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Circulen

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Circulen. (GEC)
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Cuando veo al muppet mayor, lleno de orgullo y de cejas, con una banda hecha a la medida de nadie, y a la comodoy con nombre de marca de carro ficho parada a su lado, sin banda, juramentando delante de un Congreso que ya no existe, tendría que llorar, pero me muero de risa. Circo de pueblo, carpa vieja y ahuecada, mago trucho que cree que su público no le ampaya el truco. La treta malísima, la de siempre.
Entre los indignados están un excandidato que perdió por no comerse un chicharrón, una ex eterna candidata que se metió las elecciones al poto (felizmente) y un exarzobispo para quien los derechos humanos son una cojudez, y por eso apoyó los sangrientos puñetes del japonés... Y ahora se horroriza con el “golpe” del moqueguano. Un presidente no elegido, que además no brilla por sus lealtades, pero no nos importa, porque por fin alguien representa al 70% de la población, que hace rato exige que se vayan los muppets.
Del Castillo diciendo que él no se va es como el borracho del velorio, Becerril llamando mermelero a un periodista es un preso amotinado que quema colchones en la azotea. No ganamos la Copa América, pero somos unos campeonazos en lanzamiento del cono. En un momento casi sentí una preocupación cuando me di cuenta de que miles de niños han visto la escena y también se han reído. Pero se me pasó rapidito. ¿Es peligroso que los niños vean que los adultos bromean con el conazo? Sí y no, pero más no que sí. Porque sirve para explicarles de dónde viene ese (en)cono y que entiendan (no que tienen que ser unos expertos en lanzarlo, sino que) esta historia ya no da para más. Que la tomadura de pelo y la impunidad tienen un límite. Y que tenemos derecho, de sobra, a ser políticamente incorrectos. Porque los codinomes de siempre prometieron servir y no han hecho nada. Y porque quien no conoce su historia, está condenado a repetirla.
Cuando el genocida dio un golpe en 1992, salieron los tanques a la calle, nadie podía moverse y hubo congresistas expulsados por soldados y otro que exprimía sus medias después de ser reducido por un rochabus, vehículo que los millennials ni siquiera conocen. Al campeón de lanzamiento del cono lo hubieran acusado de terruco y desaparecido de por vida. En el fondo no pasa nada. ¿No tenemos Congreso? Uy, qué horror. Salvo cuatro gatos que hoy saben despedirse y disculparse, esa manada de sajinos no hizo nada los últimos tres años, nada más que burlarse de quien les dio voto, confianza y esperanza. No pasa nada sin ustedes porque tampoco pasó nada con ustedes. Circulen.