Foto: (Midjourney/Perú21)
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Luego de publicadas las cifras de pobreza, ha quedado claro que la principal forma de reducirla es a través del crecimiento económico. Desde luego que hay mecanismos complementarios como los programas sociales, pero, si revisamos la experiencia histórica, los periodos de mayor disminución de pobreza coinciden con los de mayor crecimiento.

Sin embargo, la pregunta es la siguiente: ¿cuánto debe crecer una economía como la peruana para reducir la pobreza? Diversos especialistas coinciden en que 3% es insuficiente y que la cifra debería ubicarse entre 4.5% y 5% anual de manera sostenida. De lo contrario, la pobreza seguirá subiendo.

La economía peruana se encuentra en una trampa de crecimiento. ¿En qué consiste? En que parece que no podemos superar 3% de crecimiento, a menos que ocurra un jalón desde el exterior, como ocurrió con el crecimiento de China entre 2003 y 2011 de 12% anual que, a través de la mayor demanda por metales, hizo crecer a Perú alrededor de 6% anual. El problema fue cuando China comenzó a crecer 6% luego de 2011. Entonces Perú lo hizo en 3%, como promedio anual y volvimos a la trampa. Por eso la disminución de la pobreza fue efímera.

Aun así, entre 2015 y 2019, la pobreza monetaria se mantuvo en torno de 20% de la población. La pandemia la elevó a 30% y en 2023 ha sido 29%. ¿Y cuánto se espera de crecimiento para 2024? Pues de acuerdo con el MEF, 3.1%, y según el BCR, 3%. Nos mantenemos en la trampa que no alcanza para bajar pobreza.

Hasta aquí, dos ideas claras: el crecimiento económico es la principal herramienta (no la única) para bajar la pobreza. Segundo, un crecimiento de 3% anual no es suficiente.

¿Y cómo el crecimiento reduce la pobreza? Existen dos canales; por un lado, genera empleo y por otro, aumenta la recaudación tributaria del Gobierno y con ello eleva el gasto público, se supone en mejorar la calidad de vida de los más vulnerables. Aquí hay al menos dos suposiciones para que se cumpla el vínculo entre crecimiento y pobreza. Primero, la existencia de un Estado eficaz y eficiente para usar el dinero, fruto del crecimiento, en los más vulnerables. Ejemplos son las inversiones en educación, salud, infraestructura, seguridad, etcétera. Segundo, que exista una fuerza laboral que pueda ser absorbida por las necesidades de aquellos quienes la requieren, como son las empresas de cualquier tamaño.

En la medida que la economía peruana tiene desventajas en ambos supuestos, nos quedamos en la trampa de crecimiento, pues no hay cómo crecer más. De ahí que la salida para reducir pobreza de manera sostenible sin depender de factores externos, como el desempeño de China, sea urgente hacer reformas en aquellas áreas y sectores que no funcionan como deberían.

Crecimiento bajo (3% o menos) + reformas = crecimiento alto y reducción de la pobreza. Desde luego que las reformas se orientan a mejorar las instituciones con el objetivo de aumentar la productividad de la economía; dicho de otro modo, actúan sobre la oferta, expandiéndola. Y como la oferta es producción, una mayor oferta implica un aumento del PBI por encima de 3%. Fácil no es, pero la combinación de voluntad política con conocimiento técnico y tomar la decisión de comenzar, aunque sea con proyectos piloto, es una necesidad urgente.

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