Es cuando se presentan avatares como el que actualmente vive el planeta que uno comienza a conocer realmente a sus semejantes. Situaciones extremas que demandan tanto acciones prácticas, de efecto inmediato, como estrategias colectivas a mediano y largo plazo, con las que todos los afectados debemos comprometernos.

A diferencia de otros países, donde a cada paso adelante le seguían dos de retroceso (hasta que la pandemia se les vino encima), en el Perú ha habido una respuesta oportuna y decidida, sólida, tanto de sus líderes como de sus instituciones tutelares y de la población en su conjunto, que con sus más y sus menos está acatando mayoritariamente las medidas restrictivas de la cuarentena.

No obstante, ante la magnitud de la amenaza que enfrentamos, cualquier esfuerzo que se sume a las disposiciones del gobierno tiene que ser considerado y, de ser necesario y posible, integrar las iniciativas a la lucha para contener la pandemia y sus efectos.

Ya instituciones privadas como el BCP han hecho donaciones importantes –100 millones de soles, nada menos– en beneficio de familias que viven en pobreza o pobreza extrema. Otras empresas de diversos rubros y sus gremios se están movilizando, entregando toneladas de alimentos, bebidas y servicios para quienes están en la primera línea de acción contra el coronavirus, así como para los sectores vulnerables, y paliar en algo los efectos de la crisis del COVID-19 entre los más pobres.

Es en ese sentido que Perú21 ha propuesto que tanto el sector privado como el público trabajen juntos para apoyar, por ejemplo, las imprescindibles tareas de desinfección en distritos cuyas comunas no cuentan con la infraestructura mínima para afrontar la emergencia, pese a estar densamente poblados y, por ello, más expuestos al contagio.

Hablamos de distritos como San Juan de Lurigancho, con más de un millón de habitantes; San Martín de Porres, con 700,000; o Comas, con 500,000, cada uno con significativo número de casos confirmados, que necesitan un apoyo logístico que empresas privadas podrían proveer sin poner en riesgo su economía ni la salud de sus trabajadores.

Gestos solidarios como estos son los que dan la medida de la grandeza de un país, que no es otra que la de sus gentes e instituciones.

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