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No llovió ni café ni a gusto de todos
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Los resultados de las elecciones a la Asamblea Nacional francesa dejan muchas lecturas. La más inmediata y destacada es que la señora Le Pen, en contra de todo pronóstico, ha sido sorprendentemente derrotada. De aspirar a obtener la mayoría absoluta, a ser la tercera fuerza parlamentaria dista mucho. No es lo que buscaba. Ni esperaba. Ni ella ni nadie. Pero, no nos olvidemos, ha obtenido una votación muy elevada. Es decir, que puede que vaya rumiando su fracaso por los pasillos de la Asamblea, pero sus aspiraciones a convertirse en la presidenta de la República, siguen muy vivas.
La primera fuerza política es el Nuevo Frente Popular de izquierdas, que se presentó como un frente unido. Dicen que de unido tiene poco, pero de momento, con eso habrá de lidiar Macron.
De este se dice que, en puridad, es el verdadero vencedor. Es decir, que su estrategia no estuvo del todo desacertada. La cuestión radicará en si será capaz de gobernar con una Asamblea dividida en tercios. Si habrá de nombrar a un primer ministro del frente de izquierdas, y si habrá por último una cohabitación, o, por el contrario, elecciones presidenciales que no pueden ser antes de un año.
En el ínterin, Jordan Bardella, el delfín de Le Pen, reconoció tener parte de responsabilidad en la derrota. Y el primer ministro, Gabriel Attal, (ambos muy jóvenes y con un futuro político prometedor) presentó su dimisión, pero Macron no la aceptó por garantizar la estabilidad del país.
Como nunca llueve a gusto de todos, para unos, los franceses, el resultado es malo. Para la Unión Europea, el resultado es bueno. Al menos garantiza tranquilidad inmediata. Con un brexit ya tuvo bastante.
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