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Redacción PERÚ21

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Guido Lombardi,Opina.21Salvo en la época de Sendero Luminoso, en que las elecciones eran consideradas por los terroristas la máxima expresión del Estado burgués que querían destruir, no habíamos vivido en el Perú un proceso electoral marcado por la violencia y la muerte.

En esos tiempos se asesinaba a autoridades de todo nivel por el solo hecho de desempeñar un cargo. Ahora la situación es otra. Distintas formas de crimen organizado se encargan de dejar fuera de juego a quienes se oponen a sus ilícitos intereses.

Ese parece ser el caso de Líder Villazana Flores, candidato a la alcaldía del distrito de San Martín de Pangoa (Junín), muerto de un tiro en el pecho por un desconocido que llegó hasta la puerta misma de su local partidario. En el mismo distrito, César Combina, candidato de Fuerza Popular, sufrió un atentado que lo dejó malherido.

En Huánuco, el alcalde y candidato a la reelección en el distrito de Amarilis, Marzony Vásquez, también fue ultimado por tres sujetos en la puerta de su vivienda. Aunque la Policía no descarta la participación en estos crímenes de opositores políticos, tratándose de zonas "liberadas" por el narcotráfico, es presumible que los asesinos estén vinculados a narcos.

Pero esa no es la única causa. Durante las últimas semanas, distintos candidatos han recibido amenazas para que desistan de sus pretensiones de llegar a un cargo público. Es el caso de Lucha Navarro Bernal (La Peca, Amazonas), Carlos Díaz Lizama (Gran Chimú, La Libertad), Manuel de Lama Hirts (Tumbes) y de Epifanio Cubas (José Leonardo Ortiz, Lambayeque).

En nuestro país cada día muere una persona en manos de sicarios, un fenómeno que se ha venido agravando durante los últimos años y que afecta a empresarios prósperos o humildes por igual. Su ingreso en el ámbito de la política electoral es particularmente grave y nuestras autoridades tendrían que ser capaces de algo más que expresar sus condolencias.