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Salvo el poder, todo es panetón
Un chancay de a medio comparado con el panetón de frutos rojos que estaría por perpetrarse en las Fiestas Patrias que ya asoman por el horizonte.
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Síntoma de lo mucho que se ha deteriorado la política en el Perú de los últimos años son las alianzas que se vienen gestando en el actual Congreso. Polos ideológicos antaño irreconciliables que, sin embargo, hoy se reagrupan fácilmente bajo la improbable bandera del “dame que te doy”.
Si hasta hace unas décadas el ya casi extinto partido aprista era el réprobo paladín –desde el odriísmo hasta el fujimorismo se cuentan entre sus convivencias– de las alianzas políticas más sorprendentes, la deriva de las bancadas parlamentarias de hoy están convirtiendo esos antecedentes históricos en simples anécdotas periodísticas. Un chancay de a medio comparado con el panetón de frutos rojos que estaría por perpetrarse en las Fiestas Patrias que ya asoman por el horizonte.
La rumorología que fluye desde el trajinado Hall de los Pasos Perdidos del hemiciclo en la Plaza Bolívar apunta a que, agrupaciones como Somos Perú, fundada en los días difíciles de la última década del siglo anterior por un convencido demócrata como Alberto Andrade, estaría por aliarse con el chavismo asolapado y admirador del MRTA y las FARC que representa y encabeza Guillermo Bermejo; y que ante recientes desplantes de algún miembro descarriado de Perú Libre, la tienda naranja podría irse muy oronda con los remanentes del así llamado Partido Magisterial.
Es decir, de un eventual –y ya de por sí ominoso– fujicerronismo, en los próximos días podría surgir un fujisenderismo. ¿Sin Gravol de por medio?
O de la misma manera los electores de unos congresistas elegidos al amparo de la memoria de un prestigioso alcalde de Miraflores y de Lima se verían representados en un uniforme verde olivo.
A esos escabrosos linderos está llegando actualmente nuestra política parlamentaria. Donde las ideologías, los planteamientos políticos, las tomas de posición frente al terrorismo o la corrupción ceden su lugar a las conveniencias coyunturales.
Los beneficios calculados con estas alianzas parlamentarias excluyen por completo los intereses del país, que quedan relegados tras objetivos o necesidades inmediatas de las organizaciones implicadas.
El Congreso de la República profundiza así su inmersión en las aguas más pantanosas de la política, aquellas en las que todo vale con tal de que las partes asociadas saquen el mayor provecho posible. Vaya imagen que darán los representantes a los ciudadanos, justo ahora que se avecinan turbulencias sociales en nuestro país.
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Si hasta hace unas décadas el ya casi extinto partido aprista era el réprobo paladín –desde el odriísmo hasta el fujimorismo se cuentan entre sus convivencias– de las alianzas políticas más sorprendentes, la deriva de las bancadas parlamentarias de hoy están convirtiendo esos antecedentes históricos en simples anécdotas periodísticas. Un chancay de a medio comparado con el panetón de frutos rojos que estaría por perpetrarse en las Fiestas Patrias que ya asoman por el horizonte.
La rumorología que fluye desde el trajinado Hall de los Pasos Perdidos del hemiciclo en la Plaza Bolívar apunta a que, agrupaciones como Somos Perú, fundada en los días difíciles de la última década del siglo anterior por un convencido demócrata como Alberto Andrade, estaría por aliarse con el chavismo asolapado y admirador del MRTA y las FARC que representa y encabeza Guillermo Bermejo; y que ante recientes desplantes de algún miembro descarriado de Perú Libre, la tienda naranja podría irse muy oronda con los remanentes del así llamado Partido Magisterial.
Es decir, de un eventual –y ya de por sí ominoso– fujicerronismo, en los próximos días podría surgir un fujisenderismo. ¿Sin Gravol de por medio?
O de la misma manera los electores de unos congresistas elegidos al amparo de la memoria de un prestigioso alcalde de Miraflores y de Lima se verían representados en un uniforme verde olivo.
A esos escabrosos linderos está llegando actualmente nuestra política parlamentaria. Donde las ideologías, los planteamientos políticos, las tomas de posición frente al terrorismo o la corrupción ceden su lugar a las conveniencias coyunturales.
Los beneficios calculados con estas alianzas parlamentarias excluyen por completo los intereses del país, que quedan relegados tras objetivos o necesidades inmediatas de las organizaciones implicadas.
El Congreso de la República profundiza así su inmersión en las aguas más pantanosas de la política, aquellas en las que todo vale con tal de que las partes asociadas saquen el mayor provecho posible. Vaya imagen que darán los representantes a los ciudadanos, justo ahora que se avecinan turbulencias sociales en nuestro país.
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