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[Opinión] Gonzalo Elías: Alimentación balanceada (para la mente)

Ahora bien, todos sabemos que la calle está dura, que distraerse y divertirse es saludable y deseable, pero otra cosa es la adicción y la degeneración.

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Soy de los que piensan que consumir fast food de cuando en vez no hace daño y que hay que darse ciertos gustitos, pero.. ¿podemos consumir esto a diario?
Hace unas semanas estuvo pululando en redes un texto anónimo que citaba a Octavio Paz y hacía una crítica al fenómeno Bad Bunny. Hablaba de su preocupación al escuchar a los niños y adolescentes cantar –sin darse cuenta– letras sobre drogas, adicción y promiscuidad. Y es cierto que las canciones no destacan por su profundidad o elaboración, precisamente. No cantan, balbucean. Los mensajes contienen un grado de manipulación sexual no menor, sadomasoquismo, consumo de sustancias y poca responsabilidad emocional en las relaciones. Revela una salud mental frágil, donde abunda la fantasía y la evasión.
Ahora bien, todos sabemos que la calle está dura, que distraerse y divertirse es saludable y deseable, pero otra cosa es la adicción y la degeneración.
¿Me estaré poniendo muy negativo frente al tema? ¿Será que, como ahora tengo hijos chicos, me estoy preocupando más de la cuenta? ¿O quizá ver a tantas personas en consulta con dolor y corazones rotos hace que exagere? Después de todo, las alternativas están ahí. Este mes ha venido también Guns & Roses, Coldplay, Juan Luis Guerra.
Cuando estoy en una fiesta o matrimonio, me gusta reggaetonear un rato. Me parece que esta música tiene lo suyo. Pero después escucho las letras y digo “hay algo raro acá”.
Vivimos en un mundo donde abunda el vacío, la ausencia de sentido y también el estrés. La falta de oportunidades es dura. Hay una demanda alta por la dopamina, “la hormona del placer”, que en dosis moderadas produce felicidad, pero en cantidades excesivas produce enfermedades.
Y, entonces, vuelvo a pensar en la analogía de la comida rápida, consumirla de vez en cuando no hace daño, me digo a mí mismo. Pero lo mismo tenemos que preguntarnos en cuanto a lo que consumimos para nuestra salud mental, y eso incluye lo que vemos en televisión, lo que leemos y la música que escuchamos.
Los niños y adolescentes son especialmente vulnerables, porque son más propensos al exceso dopaminérgico, a las pantallas y a la chatarra. Pueden volverse adictos más rápido y su cerebro aún no ha terminado de desarrollarse.
Es responsabilidad de los adultos cuidarse a sí mismos y cuidar que los menores se “alimenten” bien. De vez en cuando se pueden meter su escapada y consumir algo de fast food, pero esa tiene que ser la excepción, no la regla.
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