Dado que en su estado natural el hombre es el lobo del hombre, sentencia Thomas Hobbes, el Estado surge como un monstruo artificial, cuyo fin es imponer el orden y proteger a los individuos. Este razonamiento del siglo XVII ha permanecido vigente en el pensamiento político y seguramente Max Weber lo tenía en cuenta cuando afirmó que un Estado se define por detentar el monopolio de la violencia legítima.
¿Qué ocurre cuando en Trujillo o en algún campamento de minería ilegal o en el Vraem alguien recibe una amenaza o una orden de un criminal? ¿Puede acudir al Estado peruano y a sus leyes? Entonces se evidencia que el Perú no ha llegado a erigir un Estado-nación moderno y tal vez las élites nunca se lo plantearon realmente. Hay voces que cuestionan la conveniencia de seguir los pasos de la modernidad occidental, pero sus teorías bien pueden ser irrelevantes para los hombres y mujeres cuyos derechos son violentados a diario. Ellos apreciarían disfrutar algunos beneficios de esa modernidad tan criticada.
El reciente paro de transportistas tiene una singularidad ineludible. Por primera vez la ciudadanía no sale a manifestarse contra el Gobierno, sino a pedirle que haga su trabajo, y que defienda el más básico de los derechos humanos, el derecho a la vida. Si somos mínimamente coherentes, todos debemos respaldar esa demanda, y el Estado debe obtener resultados tangibles, y no solo en Lima, para devolver (o construir) una legalidad donde sea posible la vida civilizada.
Pero el Congreso, el Ejecutivo y jueces y fiscales han facilitado el auge del crimen organizado. La historia contemporánea muestra que, cuando hay vacíos de poder, surgen fuerzas militarizadas y la delincuencia crea verdaderos señores de la guerra. El abismo que se abre entonces es insondable. Tenemos una democracia ineficiente; si no se transforma, tendremos la ley de la selva.
Veo en una cuenta extranjera de Twitter que se ridiculiza el spot de la PNP con la música de El Padrino. Producir algo mejor, crear una imagen sobre la base de la eficiencia, será difícil, pero no queda otra alternativa. Fortuna audentes iuvat, “La fortuna ayuda a los audaces”, leemos en la Eneida. Acaso ahora la esperanza sea una necesaria forma de audacia. La esperanza de que la defensa de nuestros derechos fundamentales, y no solo el mal fútbol, nos pueda unir como nación.
Aprovecha la NUEVA EXPERIENCIA: recibe por correo o por Whatsapp nuestro periódico digital enriquecido. Perú21 ePaper ¡Conoce nuestros planes!