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Roberto Lerner: Pensamos igual, luego es cierto
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¡Tantas cosas son opacas para mi mente! Lo que está ocurriendo y por qué está ocurriendo cuando presiono las teclas de mi computadora, por ejemplo. Que use algo no significa que lo entienda.
Las tecnologías consagradas, desde el celular hasta el water, cumplen su función. Otros fueron los conejillos de Indias. Yo sigo. Máximo leo el manual de uso.
Para criaturas que sobrevivieron a punta de colaboración, eso de que no hay que inventar la pólvora de nuevo tiene sentido. La utilización de lo exitoso borra los linderos entre el saber individual y el colectivo. En realidad, sabemos mucho menos de lo que creemos —traten de explicar lo que ocurre cuando jalan la cadena—, lo que en asuntos prácticos no importa.
Aunque las redes sociales complican también lo cotidiano. Asumimos que lo publicado debe haber sido probado por muchos. Con esa ilusión, porque lo es, hay miles que siguen recetas que no han pasado por ningún control de calidad. Ni qué decir cuando se trata de dilemas morales o políticas sociales.
Pobreza, seguridad, castigos, sexualidad generan reacciones emocionales que luego son racionalizadas con fines de debate.
El voto por un candidato o la posición frente a la pena de muerte obedecen a convicciones más ciegas de lo que queremos confesar y, con poco sentimiento de culpa, pueden llevar a catástrofes colectivas.
Por lo general, encontramos en la realidad los datos que confirman nuestros prejuicios y descartamos los que no. Y, también, tendemos a encontrarnos con quienes piensan como nosotros. ¡Cuánta gente piensa como yo, debemos tener razón! Hecho que se potencia en las redes sociales, ¿no?
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