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Roberto Lerner: Elogio de ocio
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Uno pensaría que el análisis de las grandes vidas, por lo menos en el campo de la creación artística y científica, no sé si en el mundo de los negocios, debe concentrarse en el trabajo. ¿Qué hacen los genios durante las horas de actividad profesional? Hoy, cuando las semanas de los exitosos tienen 80 horas, parece lógico.
¡Nada que ver! Hay que fijarse, más bien, en sus estilos de descansar. Largos paseos, pasatiempos cercanos a la jardinería, siestas consistentes, meriendas en familia son la norma. De hecho, no hubieran durado ni dos semanas en una corporación antes de ser despedidos por falta de compromiso y ambición.
Lo anterior convive con pasiones sostenidas, ambiciones desmedidas y motivaciones poderosas. Pero nunca con un horario obsesionado con la productividad, vale decir, sin pausa. Al contrario, las interrupciones, luego de lapsos variables según el caso, de foco, son la norma en estos espíritus creativos. Vidas profunda y obsesivamente productivas, pero días eventualmente ociosos, algo impensable en esta época, caracteriza las mentes realmente poderosas.
Entonces, ¿es a pesar de lo descrito, la superación de una tendencia al dolce far niente, que los grandes logran aquello que los pone más allá del común de los mortales? O, disculpen la osadía, ¿es justamente su presencia lo determinante? Aunque suene casi a herejía, parece que jornadas de 4 horas de intenso trabajo son las más trascendentes.
Hay estudios que buscan establecer relaciones entre el número de horas de trabajo y la cantidad de artículos publicados en periódicos científicos. ¿Más de lo primero va con más de lo segundo? No, el pico de logros corresponde a 5 horas al día.
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