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Resaca electoral
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Más del 70% no votó ni por Pedro Castillo ni por Keiko Fujimori. Más del 28% votó blanco, nulo o viciado. Alrededor de 9 millones de peruanos no fueron a votar. El escenario que se plantea es el más difícil y pone a prueba la democracia, la gobernabilidad y el futuro económico de todos. Porque los más pobres tienen la ilusión de “quitarles a los ricos” para tener mejor calidad de vida, y los “acomodados”, que se irán del Perú, dejarán de darles trabajo a muchos en sus grandes empresas y buscarán invertir donde tengan la libertad de hacerlo.La historia es conocida para quienes hemos visto a todos los colores políticos “vendiendo” recetas mágicas para que haya menos desigualdad. La receta de la división de las “postergadas regiones” versus la “despiadada e indiferente Lima” funciona electoralmente. Pero después del “mareo ilusorio” de una eventual victoria de “los que menos tienen”, viene la realidad. Más pobreza, menos libertades, menos inversión, más fuga de talentos, más populismo y menos oportunidades reales.
¿Quién puede dudar de que el Estado ha estado ausente y ha sido muy poco efectivo para enfrentar los problemas estructurales de desigualdad? Pero simplificar la argumentación en que se trata de una batalla de venganza entre las provincias y la capital solo conduce a una exacerbación con resultados funestos.
Si la clase política no hace un esfuerzo superior para encontrar coincidencias y sacar adelante al país, entraremos a una bancarrota moral, económica y de inviabilidad hacia algún tipo de desarrollo.
Los peruanos, con razón, han mostrado su hartazgo y su frustración, pero si la clase dirigente no se eleva, aunque sea un poquito, nos terminamos de ir al diablo.
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