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Redacción PERÚ21

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Carlos Tapia, Opina.21ctapia@peru21.com

Las expresiones de los rostros de los congresistas después de votar a favor de la repartición de cargos del TC y DP no reflejaban el triunfo conseguido. Particularmente, los de Gana Perú y Perú Posible. Por el contrario, los gestos de muchos transmitían un cierto complejo de culpa por no estar obrando bien; como cuando de niños se sabía que la nota obtenida se había conseguido haciendo trampa. En realidad, fue un triunfo desmoralizador y sin voluntad para defenderlo. Por eso no aceptaron el debate.

La protesta militante de los jóvenes en la plaza San Martín y la masiva indignación ciudadana, acompañada por los titulares de los medios, fue la respuesta inmediata contra la arbitrariedad. La protesta tendía a expandirse; el ejemplo del movimiento de los "indignados" europeos no dejó dormir a muchos. El presidente Humala fue el primero en iniciar un tímido recule en contra de los acuerdos; sin vergüenza, pidiendo a los otros que renunciaran, aunque presionado, después les exigió lo mismo a los que puso. Aunque él fue quien convalidó, desde lo oscuro, toda la maniobra oficialista. ¿Quién llamó a los embajadores de España y Cuba para que aceptaran ser candidatos al TC? ¿Quién impuso a Cayo Galindo?

Es que los nombres llegaron de arriba, y con justificación dizque estratégica; algunos eran peones para ser utilizados durante este gobierno o en el próximo, cuando las papas y las investigaciones quemen. Militarmente, y recordando la entrevista ofrecida por el presidente a El País, son parte de sus "reservas estratégicas".

Superado el shock, el impasse tratará de resolverse reconociendo que en la arbitrariedad cometida resaltaba la elección-cuoteo de Víctor Mayorga, Cayo Galindo y Rolando Sousa para el TC y la de Pilar Freitas para la DP. Aunque, ¿quién sabe?