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Que gobierne la mayoría (y se vaya Trump)
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Previsiblemente Joe Biden cerrará el día con una diferencia sobre Trump de varios cientos de miles de votos. Tal vez un par de millones. Pero, aún así, es difícil saber quién terminará ganando la presidencia.
Ese es el problema del sistema electoral indirecto bajo el que se elige al presidente de Estados Unidos, donde el que gana el voto popular a nivel nacional no necesariamente llega a la Casa Blanca.
En Estados Unidos, el ganador de una elección presidencial no se determina por la cantidad de votos obtenidos a nivel nacional, sino a través de un sistema de colegios electorales que asigna 538 “votos electorales” entre los 50 estados sobre la base de su población. Para ganar la presidencia se necesitan 270 de esos votos. Salvo un par de excepciones, la regla general es que el candidato que gana en un estado se lleva todos los votos electorales de ese estado. Así, por ejemplo, el que gana en California, por más que sea por un solo voto ciudadano, se lleva todos los 55 votos electorales de ese estado.
El 2016, si bien Hillary Clinton sacó casi tres millones de votos más a nivel nacional, Trump logró más votos electorales porque ganó en ciertos estados claves que tienen similar peso electoral que otros estados con mayor población. Lo mismo pasó en 2000 entre Gore y Bush.
Ese sistema electoral ha generado que, a pesar de que los republicanos son minoría a nivel nacional, Trump sea presidente, mantengan control del Senado y que la Corte Suprema esté conformada por una mayoría conservadora. ¿Qué democracia es esa donde la mayoría no puede gobernar? Espero que eso se corrija hoy.
Igual de irracional resulta escuchar a tantos compatriotas celebrar a Trump, el peor presidente que ha tenido EE.UU. ¿Lo justificarán si pierde y no quiere reconocer los resultados, algo que ha venido anunciando por meses y que lo convertiría en el primer presidente estadounidense golpista en su propio país? Veremos.
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