Riqueza espuria (fake wealth)
Riqueza espuria (fake wealth)

Sobrio y al grano ha sido el discurso de investidura del presidente Vizcarra. Mis mejores deseos para que tenga éxito en la concertación y en la lucha contra la corrupción. Ojalá la oposición arrime el hombro porque se vienen tiempos difíciles: a la crisis institucional interna se suma un entorno económico internacional que se complica cada día. El nuevo presidente va a tener que tomar medidas drásticas y rápidas y solo podrá hacerlo con la cooperación del Congreso.

Las bolsas cayeron con fuerza jueves y viernes. Regresaron a los mínimos de febrero. Con ello se evaporan las ganancias en lo que va de año; el índice bursátil S&P500 –el más popular de EE.UU.– ha perdido 3% desde el 1 de enero. Los medios echan la culpa a los aranceles de Trump, igual que en febrero atribuyeron la caída a los algoritmos de trading, una reedición de la teoría de la conspiración, ahora cibernétic. La proclividad a hilar acontecimientos, apelando a mecanismos simplistas como si se tratara de un cuento de niños, es frecuente en el periodismo económico, pero choca con el enrevesado mundo real. Es cierto que el riesgo de guerra comercial ha propiciado la caída inicial, pero no es la causa fundamental.

Las bolsas van a caer mucho más porque están muy sobrevaluadas desde hace bastante tiempo y al final prevalece la regresión a la media. El empujón inicial y el momento en que ocurre son imprevisibles, llegan cual “ladrón por la noche”, dice el Prof. Robert Shiller.

He venido argumentando que el bull market y el ciclo alcista del PBI están en su fase final; han durado mucho más de lo debido por la prodigalidad de los bancos centrales que han inflado los precios de los activos. El resultado ha sido un efecto riqueza artificial (fake wealth) que, desafortunadamente, es el único pilar (espurio) de la supuesta bonanza actual de la economía mundial.

Históricamente, la relación entre la riqueza de las familias –el valor de todos sus activos– y su ingreso anual (el PBI) ha promediado alrededor de cinco; es decir, en tiempos normales la riqueza asciende a cinco veces el PBI (datos para EE.UU., pero extensibles a otros países.) La sobrevaluación de activos ha elevado este coeficiente a siete, lo que quiere decir que los agentes económicos creen que son –y se comportan como– 40% más ricos o menos pobres de lo que en realidad son. Pero las mareas altas inevitablemente bajan.

El desempeño de la economía mundial es clave para la peruana. Ténganlo en cuenta cuando evalúen al nuevo gobierno.