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Optimismo
“Presenciamos una racha de optimismo infundado sobre la economía mundial; problemas tan graves como el exceso de endeudamiento global”.
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No cabe duda de que el optimismo es bueno para la economía. Cuando los indicadores de confianza mejoran, los consumidores aumentan el gasto y los empresarios invierten. Con ello sube el PBI y se crean empleos. Por supuesto que el optimismo tiene que tener fundamento porque, en otro caso, los hechos refutarán las expectativas previas y el resultado será nocivo. Creo que esto último está ocurriendo ahora, presenciamos una racha de optimismo infundado sobre la economía mundial; problemas tan graves como el exceso de endeudamiento global, el prolongado abuso de la emisión monetaria y la correspondiente sobrevaluación de activos se dejan de lado.
Esta última semana, el Nobel Paul Krugman ironizaba sobre un comentario delirante de un banquero: los ciclos económicos ya no operan. Decía Krugman que siempre que vivimos un ciclo de recuperación largo –como el actual–, salen a la palestra comentaristas notorios que sentencian el obituario del ciclo. Ocurrió a finales de los 60, de los 90 y a mediados de la década pasada; en los tres casos, el desenlace fue una crisis. Seguro que algunos lectores recuerdan la historieta de la “nueva economía” en los noventa, esa que supuestamente derrotaría la tiranía del ciclo.
El viernes supimos que en abril el desempleo de EE.UU. cayó a 3.9%, la tasa más baja desde 2000; a su vez, los índices de confianza del consumidor registran niveles altísimos. ¿Quiere esto decir que el crecimiento está garantizado? Hubo un tiempo en que los índices de confianza anticipaban razonablemente bien el curso del PBI durante los siguientes cuatro o seis meses. Desde 2008, no obstante, parece que dicha correlación ha perdido impulso según explica un reciente artículo de Bloomberg. Una posible hipótesis es el “efecto de arrastre” que generan las redes sociales –como Twitter, Facebook, etc.–, que tienden a exacerbar las oleadas de optimismo como la actual o de pesimismo cuando toque.
Un índice que sí es relevante es el de las llamadas “sorpresas”: la comparación entre los datos observados y las expectativas previas sobre estos. El más popular es elaborado por Citibank, que muestra que, mientras que en EE.UU. las sorpresas positivas siguen excediendo a las negativas, en el resto del planeta –UE, Japón, economías emergentes, etc.— ocurre lo contrario.
Estamos en la fase final del ciclo alcista; el optimismo va a ser efímero.
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