La detención de Agustín Lozano, titular de la Federación Peruana de Fútbol (FPF), alarga la triste saga de los expresidentes presos en el Perú. Ya no solo la de aquellos que han sido domiciliados por la justicia en el penal de Barbadillo, sino la de quienes dirigieron la institución rectora del balompié nacional
A Manuel Burga y Edwin Oviedo les sucedió Lozano, no solo en el puesto máximo de la FPF, sino en la tradición de terminar arrestados por distintas acusaciones de corrupción o fraudes administrativos, con abultados montos de dinero en juego. Burga y Oviedo pasaron por la cárcel y aunque luego salieron (o ‘la libraron’, según la verba popular), sentaron un nefasto precedente que, por desgracia, parece seguir pesando como una losa sobre el devenir del fútbol peruano.
En esta oportunidad, otros siete dirigentes han sido capturados por orden de la Fiscalía al ser relacionados con la trama criminal de Los Galácticos, bajo cargos, también, de extorsión y lavado de activos.
Reventa de entradas, adjudicación dolosa de derechos de transmisión televisiva, conflictos de interés, compra irregular de deudas, encubrimiento a Edwin Oviedo, mal uso de los fondos y las instalaciones de la institución, figuran entre los cargos más notorios que justifican el operativo del Ministerio Público.
El episodio, desde luego, ha dejado acéfala a la Federación justo a pocos días de que la Selección nacional de fútbol enfrente a su similar de Chile, un partido crucial para las aspiraciones clasificatorias del equipo al Mundial de 2026, objetivo ya bastante remoto a estas alturas, hay que decirlo.
Pocos dudan que el fútbol peruano, luego de vivir un momento excepcional al ganarse un lugar en el Mundial de 2018, después de 36 años, ha retornado al caos habitual y la pobreza de resultados en las últimas décadas por la calidad de sus dirigentes; pero una cosa es la incompetencia y otra la corrupción.
Diego Armando Maradona dijo alguna vez que “la pelota no se mancha” por las faltas de quienes están vinculados al llamado deporte rey. Sin embargo, si es la dirigencia la que define la marcha de este deporte –es decir administra terrenos de juego, decide contrataciones de técnicos o especialistas, regula los torneos, arbitra relaciones entre clubes y demás– podemos decir que el fútbol peruano sí ha pagado las consecuencias de este flujo de dineros sucios.
Y pensar que decían que no había recursos en la FPF para financiar la renovación del contrato de Ricardo Gareca…