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Mucho populismo y poca memoria
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Los ciudadanos de América Latitna tenemos preferencia por líderes políticos populistas y antimercado, cuya retórica –dirigida a quienes consideran como ‘pueblo’– esconde el mensaje: “Si soy gobernante, te sacaré de la pobreza porque eres incapaz de hacerlo por tus medios”. Si esto fuera poco, somos renuentes a aprender de experiencias pasadas.
Esta tóxica combinación de adicción a propuestas populistas y falta de memoria explica por qué por nuestras naciones desfilaron líderes que, profesando un incondicional amor a los pobres, usaron el poder para enriquecerse y, de paso, eliminar cualquier atisbo de crecimiento.
Para entenderlo bastaría ver el caso venezolano. A inicios de 1999, Hugo Chávez se vendía como demócrata, invitaba a la inversión privada e insistía en que “él no era el diablo”. Pero, en el poder, implementó la suicida idea de forjar un Estado empresario, para lo cual empezó una ola de expropiación y nacionalización de empresas.
Aquello desincentivó la inversión internacional en el corto plazo, lo que género que su PBI cayera 32%, entre 2001 y 2003. Si Chávez no hubiera tenido un golpe de suerte por el auge del petróleo (2003-2008), la actual crisis venezolana se hubiera manifestado mucho antes.
La elección de Andrés Manuel López Obrador como presidente de México preocupa, ya que, pese a haber intentado distanciarse del chavismo, tiene algunas similitudes con Chávez: (i) se vendió como demócrata moderado y (ii) cree fervientemente en el Estado empresario.
Hermanos mexicanos, espero que en el futuro no les pese haber optado por el populismo e ignorado las experiencias ajenas. Recuerden que los socialistas del siglo XXI aman tanto a los pobres que deciden multiplicarlos.
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