notitle
notitle

Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Quisiera dedicar mi primera columna de 'La Bica' al alumno que hoy llegó a entregar su trabajo final creyendo que se iba por 17 y, cuando sacamos bien las cuentas, vimos que necesitaba 31.5. Hecho un atado de nervios, me pregunta: "Profe, ¿y cree que haya posibilidades?". Me lo quedo mirando fascinado. 31.5. Ojalá yo tuviera su fe en la vida. Su amiga, que solo necesita un 03, me dice: "Profe, ¿le puedo regalar 10 puntos de mi trabajo?". Una conmovedora prueba de amistad. Sacamos cuentas, pero ni así lo logra, porque todavía le faltarían 21.5 puntos. Le pregunto: ¿Qué tal está tu trabajo? ¿Está como para un 21.5? Pucha, profe, me dice sonriendo, ya nos vemos el otro ciclo. Antes de dejarlo partir, le digo para consolarlo: No es tan grave jalar un curso, ¿sabes? Cuando yo estudiaba, me fui a la bica en varios y mírame ahora. Como justo esta mañana he venido de boleto, sin peinar y cruzando charcos de lluvia con la bici, mi alumno me mira horrorizado como si tuviera delante a Hans el Erizo y se va corriendo a estudiar. De eso no se olvidará.

Cuando me quedo solo en el salón, recuerdo a todos esos chicos que alguna vez mandé a la bica. ¿Cuántos fueron? ¿Unos 40? Todo un batallón de forajidos. Al principio me sentía culpable. Sentía que les había arruinado las vacaciones y, cuando los veía en la misma carpeta el ciclo siguiente, me parecía que yo era el niño de El sexto sentido y desde mi escritorio murmuraba al verlos: I see dead people. Ahora cerceno cabezas sin misericordia y me río como una bruja removiendo su caldero. No es que me haya vuelto más cruel (aunque es cierto que a veces quisiera venir a clase con un lanzallamas), sino que el fracaso me parece una lección valiosa. ¿Cuántos de los libros que leímos en el curso parten de un punto feliz? A Holden lo botan del colegio, al barón rampante lo castigan y se refugia en un árbol, a Henry Chinaski le salen granos y ni su viejo lo quiere, y a Cara de Ángel lo obligan a masturbarse en la vía pública. Sí, me digo, primero que sufran un poco, entonces podré enseñarles a escribir.