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[Opinión] Mónica Delta: En el nombre del poder
Mientras seguimos en un proceso de desgaste sin retorno, los ciudadanos de un Perú que “funciona” desde la informalidad en casi un 80% buscan la sobrevivencia en medio del descreimiento.
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Un presidente investigado. Un Congreso en su laberinto. Un presidente que alienta la división del país y la violencia contra los hombres y mujeres de prensa porque lo fiscalizan, porque hacen su trabajo. Un presidente que utiliza el poder para convocar a todo aquel que, a cambio de un minuto de atención, coincida, por creencia o conveniencia, en la descalificación de las múltiples evidencias delictivas de su entorno cercano, las cuales, sin atajos, también lo apuntan como cabeza de una organización para delinquir. Un presidente con poca dignidad para el cargo, desesperado por mantenerse en un poder que lo protege a cualquier precio; eso es lo que hay.
Mientras seguimos en un proceso de desgaste sin retorno, los ciudadanos de un Perú que “funciona” desde la informalidad en casi un 80% buscan la sobrevivencia en medio del descreimiento, la incertidumbre e inseguridad absolutas. No hay quien encabece un intento de reconstrucción de la decencia, de la transparencia que se necesita para que la esperanza vuelva a ser parte de nuestras vidas. Se eligen autoridades que mañana pueden estar con marrocas y el chaleco de detenido, aunque sea por un momento. Ejemplos hay muchos. Cada vez podría ser peor si, a la larga, se siguen perdiendo batallas contra la impunidad. Aunque no lo parezca, aún hay niveles del Estado que defienden la legalidad institucional y luchan, dentro de su precariedad, por evitar que el poder central los siga avasallando. No es un chiste decir que muchos de los que entran en la política nacional o local no tienen currículos, sino prontuarios.
Esa es la desgracia, ese es el menú de los tiempos actuales. ¿Hasta dónde podemos involucionar con autoridades indignas, cuya única forma de ver el poder es para levantarse el botín y que nadie se interponga, que nadie ose levantar la voz “porque venimos de abajo, somos el pueblo, y porque estamos en una revancha histórica”?
Así como en nombre de Dios, torcido por el individuo, se han cometido los crímenes más horrorosos en la historia de la humanidad, en nombre de presuntas reivindicaciones sociales, raciales, económicas, se ha protegido a dictadores, aprendices de caudillos y vulgares ladrones, solo para mantener su poder. Es hora de separar paja y trigo, y buscar dar una vuelta de tuerca que le permita a nuestro país la posibilidad de reinventarse. Es octubre, mes del Señor de los Milagros.
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