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No todo está perdido
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La semana pasada, días después de que se revele que la aprobación de PPK cayó a 19%, este anunció que el Consejo Nacional del Trabajo (CNT) evaluaría “de inmediato” la Remuneración Mínima Vital (RMV). Como era de esperarse, destacados especialistas en el tema pegaron el grito al cielo por la imprudencia de esta propuesta. ¿Tiene sentido preocuparse tanto?
Bastante. Y siempre será preocupante. Por ejemplo, a mediados de 2005, el economista Nikita Céspedes estimó la cantidad de empleos formales que se podrían perder ante un incremento de la RMV. Asumiendo, entre otras cosas, un nivel de crecimiento de 5% para sus estimaciones, Céspedes esperó que un incremento de 10% en el sueldo mínimo genere una pérdida de 9,200 puestos de trabajo formales en Lima Metropolitana.
Meses después, el 1 de enero de 2006, pese a las advertencias, el gobierno de Alejandro Toledo hizo efectivo un incremento de la RMV de 12%. El impacto de esta política no se hizo esperar. Solo en un mes –desde finales de diciembre de 2005 a finales de enero de 2006–, la tasa de desempleo en Lima Metropolitana pasó de 7.6% a 10.4% (datos BCRP); y eso que el país cerró 2005 con un crecimiento de 6.3%.
Hoy, a diferencia de la expansión económica que el Perú vivía en 2005; el desempeño económico del país es anémico. En el año 2017 no pudimos crecer más de 2.5% y la generación de empleo formal cayó 2.8%. Aun así, nuestro experto economista PPK nos sale con esta perlita “a la venezolana”.
Sin embargo, no todo está perdido. Si el CNT se va a sentar a evaluar la RMV; debería aprovechar y, de pasadita, evaluar nuestra inexistente flexibilidad laboral, la cual es comparable a la de países subsaharianos.
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