(Foto: @photo.gec)
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Por fin, desde la próxima semana, y luego de meses de acondicionamiento y de un sinnúmero de postergaciones, la casa museo Sarratea abrirá sus puertas para el público general. Esta semana, el Ministerio de Cultura organizó una visita guiada para la prensa nacional e internacional. Aquí la crónica de un periplo que, me atrevo a decir, todo peruano debería realizar.

Emocionado, ansioso por llegar, como niño en pleno vuelo a Disneylandia, me asomaba por la ventanilla de la miniván con demasiada frecuencia. ¿Ya llegamos? ¿Ya estamos cerca? Hasta que, algunos minutos después, el chofer dobló a la derecha y nos introdujo en la corruptamente célebre calle Sarratea. La miniván se detuvo unos metros más allá, en pleno frontis de la famosa casa donde, antaño, Pedro Castillo recibía a sus impresentables invitados y donde, el día de hoy, un guía nos recibe a una veintena de periodistas y a mí. “Bajen con cuidando, por favor. En breves instantes empezamos el recorrido”, nos dijo mientras nosotros nos empequeñecíamos, de golpe, ensombrecidos por aquel armatoste, por esos cinco pisos históricos que apuntan al cielo, a la posteridad.

ALERTA DE SPOILER

A la señal del guía, nos aprestábamos a ingresar cuando un hombre, de unos 30 años, se acerca a nosotros y nos pregunta, a boca de jarro, quién nos ha dado permiso para cuadrar ahí la miniván. Uno de mis colegas se adelantó y, con una sonrisa condescendiente, le dijo que no, joven, no se confunda, que somos invitados y ya estaba enseñándole el fotocheck cuando, de golpe, comprendí lo que ocurría y, casi como un acto reflejo, grité: “¡Fray! ¡Fray Vásquez! ¡El sobrino de Castillo!”. Tras unos segundos de silencioso asombro, todos empezaron a reír. Habíamos iniciado la visita aun antes de pisar la casa museo. El actor seleccionado se parecía mucho, la verdad. Sin salir en ningún momento del personaje, empezó entonces a contarnos cómo, en un inicio, se encargaba de guardar lugar para los visitantes nocturnos. No faltaba el desubicado que lo confundía con un cuidador de carros cualquiera. “Algunos me pedían que les dé su buena lavada”, nos confesó, “recuerdo que uno de ellos me ofreció 50 soles. El auto quedó impecable”.

Así, la primera sorpresa que se lleva el visitante -lo siento por el spoiler- ocurre incluso antes de cruzar el umbral de la casa museo. No pude resistir la curiosidad y, momentos antes de entrar, me acerqué al actor. “Realmente el parecido es notable”, le dije y él no pudo contener la risa. Entonces, pensé, ¿será posible? Después de todo, el sobrino del presidente sigue prófugo y, en ocasiones, el mejor escondite es estar a la vista de todos. ¿En verdad será posible?

A LO MADAME TUSSAUDS

Sin duda, la sala “Karelim López” es la que más llama la atención de toda la muestra. En ella, impacta sobremanera la presencia de dos estatuas de cera, sentadas una frente a la otra, representando al expresidente Castillo y a la lobista Karelim López. Es tal la perfección de ambas figuras que pueden llegar a parecer más reales que sus pares de carne y hueso. Nada que envidiar a las estatuas de cera del Museo Madame Tussauds. La estatua de Castillo, en particular, está tan perturbadoramente bien hecha que, al poco tiempo de estar cerca, a uno le provoca cuidarse los bolsillos.

En la misma sala, en un rincón, se luce detrás de una vitrina el sombrero que utilizó Castillo durante sus primeros meses de (des)gobierno. “¿Es el verdadero?”, preguntó uno de los periodistas al guía. “Tiene que serlo. Nos costó una fortuna en Las Malvinas”. Junto a él, se exhibe una bolsa. Parece poca cosa, pero resulta ser la bolsa original que López le llevó a Castillo y cuyo contenido todavía es un misterio, aunque ahora, con toda la información que se tiene, es evidente que, digamos, no se trataba de chifles.

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LLEGÓ LA BANDA

Pero si de objetos de colección se trata, no se puede dejar de visitar el segundo piso. Allí, en la sala “Bruno Pacheco”, el visitante encontrará todo tipo de objetos que, mal que bien, han sido parte de la reciente historia del Perú. Apenas se arriba a esta planta, la mirada es atraída por un fajo de dólares que representa los 20 mil dólares hallados en la oficina de Pacheco, cuando fungía de secretario general de Palacio. “No, no son los originales”, nos confesó el guía.

Un par de metros más allá, en una suerte de urna horizontal, se luce la banda presidencial, la histórica banda presidencial que Castillo utilizó cuando intentó dar un golpe de Estado para protegerse a sí mismo y, de paso, a la otra banda presidencial.

NI VIVO NI MUERTO

El tercer piso será la delicia de los más pequeños de la casa. En el salón central de la sala “Aníbal Torres”, se puede ver el impresionante holograma de un pollo. Gracias a la misma tecnología utilizada en el Museo Reading de Pensilvania (Estados Unidos), el ave en cuestión relata ad infinitum la ya famosa parábola castillista del pollo vivo y el pollo muerto. Y, para no desentonar con el nombre del espacio, se exhibe un cuadro al óleo del expremier Torres, luciendo un bigote recortado, tipo cepillo de dientes, y un uniforme con la esvástica en el brazo. “¿En verdad Torres modeló así?”, preguntaron al guía. “No, para nada”, respondió, “lo del bigote se retocó después”.

Cabe indicar que los últimos dos pisos todavía se encuentran vacíos. “En la medida que recuperemos más objetos, más cosas relacionadas al gobierno de Castillo, el museo irá creciendo. Al menos, esa es la idea”, nos dijo el guía, alguien que, dicho sea de paso, se parece mucho, quizá demasiado, a Juan Silva, el ministro castillista que, como Fray Vásquez, sigue prófugo de la justicia. Mmm, ¿en verdad también será posible?

DATOS GENERALES:

  • Lugar: Casa museo Sarratea.
  • Ubicación: Jirón Sarratea, 179 (Breña, Lima).
  • Horario: De lunes a viernes, de 9 a.m. a 5 p.m. (o hasta que resista el pollo).
  • Precio: Su voluntad. En este caso, 5 soles para adultos y 2 soles para niños.
  • Promoción: Cómplices de Castillo no pagan. Tampoco entran.

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