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“Pasos para identificar a un populista”
“Es fundamental comprender que el populismo no puede ser contrarrestado con otro populismo, de la misma manera en que una dictadura no puede ser resuelta con otra dictadura”.
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Identificar a un líder populista puede ser un proceso complejo, ya que implica recolectar evidencia de una combinación de características, comportamientos y estrategias políticas. Sin embargo, el ser populista, ensalzado en narcisismo, dejará sus rasgos a la vista: solo tenemos que poner atención e identificarlos antes de que sea tarde.
El populismo es un término que ha ganado relevancia en la política del siglo XXI, y que se utiliza para describir una serie de fenómenos políticos, aunque es importante entender que no constituye en sí mismo una ideología: puede entenderse como un estilo político.
El populismo puede ser tanto de izquierdas como de derechas, desde Manuel López Obrador y Hugo Chávez, hasta Donald Trump, Nayib Bukele o Javier Milei. Todos populistas de manual. Este modelo de ejercer el poder se manifiesta en una amplia variedad de formas, todas ellas caracterizadas por un discurso persuasivo y emocional, cargado de promesas y visiones utópicas de un mundo mejor.
El primer paso será identificar la retórica polarizadora que ejecuta el populista, quien divide a la sociedad entre “ellos” y “nosotros”, el endogrupo y el exogrupo, creando un clima de confrontación y desconfianza. La conexión entre las estrategias políticas y la manipulación de las masas forman parte de la conocida “estrategia del demagogo”. Esta estrategia implica mantener a la población en un estado constante de alarma, presentándole una sucesión interminable de amenazas, muchas de las cuales son imaginarias. Este enfoque crea una demanda de liderazgo y protección, lo que lleva a la población a buscar refugio en líderes que prometen seguridad en medio de la incertidumbre (el costo de esto lo pagarán múltiples generaciones).
El segundo paso es observar los comportamientos del político analizado y revisar si expone signos de mesianismo y culto a la personalidad. Suelen destacar por su exuberancia, carisma y habilidad para conectar con las masas, presentándose como mesías salvadores que resolverán todos los problemas. Son demagogos consumados, capaces de encender pasiones en las multitudes. En su discurso, se presentan a sí mismos como seres “moral y estéticamente superiores” (como lo hace Javier Milei), imbuidos de “pureza” y “superioridad”. La comunicación, el lenguaje y la narrativa de estos “profetas” desempeñan un papel crucial en el ascenso del populismo, ya que son herramientas poderosas para movilizar y persuadir a la audiencia que espera a un redentor que “jamás se equivoca”, incuestionable y a quien no se le puede criticar (siempre responden a la defensiva o de manera agresiva frente a la crítica, y nunca faltan las malas relaciones con la prensa).
Tercero, el populista socava las instituciones democráticas, lo que lleva a la concentración de poder y a un debilitamiento del Estado de derecho y las libertades individuales. Por lo tanto, aquellos que recurren a justificar el apoyo a un líder populista ignoran o minimizan los peligros inherentes al populismo y sus efectos perjudiciales en la sociedad y la democracia.
En la política actual, es fundamental comprender que el populismo no puede ser contrarrestado con otro populismo, de la misma manera en que una dictadura no puede ser resuelta con otra dictadura. El populismo es pendular y cada uno de ellos tendrá una respuesta del otro lado, por eso identificar a estos líderes y advertir sobre sus peligros es una de las mejores formas de consolidar una relación sana entre el gobierno y el ciudadano, algo que urge en nuestra región.
*Escritora y politóloga.
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