(Foto: Daniel Silva / El Comercio)
(Foto: Daniel Silva / El Comercio)

Sé que piensas que me dirijo a ti en especial pero no eres el único que me ha escrito en privado preocupado por el país y que siente impotencia ante un gobierno que no responde a los cuestionamientos por sus vínculos con Movadef, organización que abiertamente reivindica el pensamiento del recién fallecido terrorista Abimael Guzmán. ¿Cómo es posible que hayamos perdido la capacidad de indignarnos ante esto?, me preguntas.

Por tu trabajo, no puedes expresar en público tu indignación y percibo también que temes pasar por exagerado. Miramos alrededor y hay silencio, indiferencia. Vemos que el Congreso y las instituciones democráticas no reaccionan y que “los vigilantes” tienen las zapatillas empolvadas, y que fieles a esa arrogante superioridad moral se han puesto a equiparar a Guzmán con Fujimori, a los terroristas con las Fuerzas Armadas. Y que no se les refuta por miedo a ser acusado de defender a Fujimori.

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No te escribo para juzgarte, sino para decirte que solos no podremos, y que así como estamos no alcanza. Te escribo para pedirte que no vuelvas a callar cuando minimicen lo que Sendero Luminoso hizo. Que les cuentes a los tuyos y a los que están cerca de ti que no fueron luchadores sociales, sino crueles terroristas que asesinaban niños, mujeres embarazadas, adultos mayores, personas que no poseían capacidad para defenderse. Que los asesinaban a machetazos, pedradas, con cuchillos, picos, agua caliente y armas de fuego. Cuéntales de Lucanamarca, de Soras, de Tarata, de Chungui. Cuéntales que en este último lugar “obligaban a madres a matar a sus hijos, a que los ahoguen en sus pechos. Y que cuando ellas se negaban, los tomaban de los pies y les golpeaban las cabezas contra una piedra, o los juntaban y les amarraban unas sogas alrededor del cuello y los ahorcaban. Lo hacían para que los llantos de esos bebes hambrientos no los delaten frente a las patrullas de militares” (CVR, 2003). Una crueldad monstruosa. Cuéntale a tus hijos, es doloroso, destroza, pero hazlo por la memoria de esos inocentes. Esa memoria a la que el presidente le ha dedicado solo un cosmético, mezquino e indolente tuit.

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