[Opinión] Sonia Chirinos: “Entre el espejismo y la realidad”

Los políticos, embriagados del mismo elixir de la renovación, prometen cada año, al finalizar el ídem, que las promesas olvidadas se materializarán, que los errores cometidos se repararán. Algunos incluso prometen bajar impuestos. De todo hay.

No deja de ser esto una tendencia evocadora del mejor de los espejismos.

La realidad suele ser menos lírica. Y, sobre todo, mucho más tozuda.

De los memes que el nuevo año ha inspirado hay uno que me gustó. Aquel que desea que las mascarillas vuelvan a ser las de pelo (tan útiles): que las olas, únicamente las del mar; que los tests, los de embarazo. Y las burbujas, cómo no, de champán.

Ese es el espejismo añorado, que como el efecto Fata Morgana, crea una ilusión óptica capaz de las más complejas elaboraciones. Imaginarias.

Si algo tenemos que aprender de esta cruel e insoportable pandemia, es que ni los años nuevos suponen el fin de nuestros tormentos. Ni los políticos son capaces de ahuyentar sus desaguisados con bonitas palabras. Ni nadie que no seamos nosotros mismos, con tesón, y espíritu solidario capaz de encerrarse en los momentos en que lo único que se espera es estar en fraternal y divertido gregarismo (así mi querido hijo Pablo), nos va a salvar.

Hace una semana pedía, con motivo de la Navidad, que lleguen los regalos. Hoy, iniciado el año 2022, solo soy capaz de pedir humildad a la especie humana. Toda. Y esperanza de que en 2022 todo esto cambie. De verdad. Y para siempre.