Sonia Chirinos: El discurso del rey (EFE).
Sonia Chirinos: El discurso del rey (EFE).

Cada vez que una nueva promoción de jueces cierra su periodo de aprendizaje, es costumbre, desde hace más de 40 años, es decir, desde que asumiera la categoría de Estado democrático y de derecho, que el rey haga la primera salutación formal a los jóvenes egresados de la Escuela Judicial.

Esta salutación real recurría a lugares comunes. Recordaba a los emocionados jueces noveles el largo camino recorrido. Invitaba a emprender el trabajo con ilusión, con respeto a la ciudadanía, y sin olvidar los deberes que la Carta Constitucional impone a los jueces.

Qué lejos quedan los tiempos de esos mensajes si se quiere algo elementales y hasta anodinos por conocidos.

No fue este el tono del rey ante la última promoción judicial el pasado martes. Incluso esos jueces, tanto tiempo aislados en sus estudios, se habrán quedado tocados por el dramatismo que encerraron sus palabras. No era a ellos a quienes se dirigía en verdad. No era su esfuerzo el halagado. El discurso del rey fue por unos derroteros impensables promociones atrás. Es muestra del deterioro institucional que vive España.

aprovechó la tesitura para reivindicar la función de “juzgar y ejecutar lo juzgado” —Una ley de amnistía va en contra de este principio—. Función, dijo, que está atribuida en exclusiva a los jueces (¿Tan mal estamos que el Rey lo ha de recordar?).

Remarcó el respeto a las resoluciones judiciales y la igualdad de todos ante la ley como sustrato necesario o conditio sine qua non de una democracia.

Nada o poco de esto está pasando en España donde ministros y diputados se atreven a insultar en el Parlamento a los jueces no de forma genérica: Con nombres y apellidos.

¡Ay! España, aparta de mí este cáliz.


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