[OPINIÓN] Richard Arce: “No llores por mí Argentina”. (Fotos de Emiliano Lasalvia / Luis Robayo / AFP)
[OPINIÓN] Richard Arce: “No llores por mí Argentina”. (Fotos de Emiliano Lasalvia / Luis Robayo / AFP)

La verdad es que no me gustaría estar en los zapatos de los argentinos, que tendrán que decidir, en segunda vuelta, entre la continuidad y el fracaso del kirchnerismo, representados por Sergio Massa y los delirios y demagogia de Javier Milei, porque ninguno de los dos merece ser el nuevo inquilino de la Casa Rosada.

El rotundo fracaso económico con una inflación galopante y una devaluación del peso argentino está llevando al país a una crisis económica sin precedentes.

En el caso de Massa, por más que su fortaleza sea el colchón que le genera el peronismo y que le permite tener un importante respaldo electoral, tiene una carga pesada con la crisis económica. Es indudable reconocer la capacidad de movilización y convocatoria que tienen desde los espacios de poder que vienen controlando durante décadas. Massa va a tener que mostrarse lejano al kirchnerismo si quiere tener posibilidades y, sobre todo, buscar el consenso para cambiar el rumbo del país, reconociendo su fracaso económico y poniendo en preeminencia la convocatoria a diversos sectores para un gobierno de concertación; no tiene otra opción.

Tiene a su favor que ha logrado convocar al peronismo y al grueso de la población vinculada al sector público que veía con terror a Milei y sus intenciones de reducir el Estado a su mínima expresión, con lo cual se tendría ceses colectivos y millones de personas en la calle. Son estos miedos los que ahora pasan la factura a Milei. Tiene, por tanto, la obligación de moderar su discurso y buscar consensos amplios; el problema que tiene es que ha insultado, denostado y ridiculizado públicamente a quienes debe convocar, abriendo brechas irreconciliables y será difícil recuperarlos.

Es más factible que Patricia Bullrich se pliegue a Milei, por afinidad, pero esto va a significar un alto costo político para Juntos por el Cambio, porque hay heridas incurables a la interna de la coalición; hay sectores que detestan a Milei por sus insultos y etiquetas peyorativas, como eso de “la casta”, que además la propia Bullrich soportó en campaña cuando Milei la terruqueaba y ahora no le queda otra que ofrecer disculpas y extenderle ramas de olivo.

Argentina está en una encrucijada, con una economía tambaleante y una polarización del país que ha vuelto a abrir heridas que parecían estar cerradas. Todo un dilema para el elector.

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