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(Opinión) Rafael Belaunde Llosa: No es el Congreso, son los congresistas
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Según la Constitución, es competencia exclusiva de los congresistas nombrar al defensor(a) del Pueblo. Por ello, pretender que el Congreso no ejerza sus atribuciones, porque la composición de la mayoría congresal actual no nos es ideológicamente afín o la calidad de la representación nacional es de bajísimo nivel, vulnera la voluntad popular expresada por el voto ciudadano. Exactamente, lo mismo ocurre con la elección de los miembros del TC, así el perfil de los magistrados elegidos está correlacionado con la composición política de la coalición que logre los votos para su elección.
Queda claro, pues, que toda elección trae consecuencias, tanto las elecciones para presidente (por lo general en segunda vuelta), así como la elección de congresistas, elegidos en primera vuelta. Esta situación nos lleva a reflexionar sobre por qué la composición del Congreso es cada vez peor, el talento cada vez más escaso, mientras que la hidalguía y probidad han cedido terreno ante los mercachifles de la política e individuos con agendas e intereses subalternos.
Se han hecho en reiteradas oportunidades reformas políticas, buscando mejorar la calidad y representatividad del sistema; sin embargo, la reforma realmente importante no se ha hecho. Esta tiene que ver con el tamaño de las circunscripciones electorales.
En el Perú, el número de parlamentarios que cada partido obtiene por región se determina por la cifra repartidora, en función de la votación de la lista parlamentaria. En Lima, por ejemplo, se presenta una lista de 35 candidatos por partido. El arrastre del candidato más votado hará que varios más lleguen al Congreso; así, personajes sin mayor trayectoria o credenciales democráticas tendrán posibilidad de convertirse en “padres de la patria”.
Para resolver el problema de la falta de representatividad, deberíamos contar con una Cámara de Representantes elegidos por distritos uninominales. Lima, por ejemplo, se dividiría en 35 circunscripciones uninominales, cada circunscripción elegiría a un solo congresista... al que gane las elecciones en esa circunscripción y así en los 130 distritos electorales en que se dividiría el Perú. Una cámara de líderes locales ganadores.
De este modo, los electores de cada circunscripción sabrían perfectamente quién es su congresista y estarán empoderados frente a él, convirtiendo la rendición de cuentas en una práctica inevitable de los parlamentarios frente a sus electores. Para compensar la mirada localista de la Cámara Baja, tendría que haber un Senado, elegido a por distrito único (a nivel nacional).
Ahí sí llegarían quienes tengan un liderazgo, comprensión y mirada de alcance nacional. La elección de los miembros del TC, Defensoría, directores del BCR y otros podría recaer en esta cámara, por ejemplo.
Esta es una reforma urgente y siempre postergada. Rescatar el prestigio del Congreso es fundamental para la solidez y afianzamiento de nuestra democracia.
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