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[Opinión] Rafael Belaunde Llosa: “La Revolución y la tierra”
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El 3 de octubre último se cumplió un año desde que Pedro Castillo anunciara el lanzamiento de la “segunda reforma agraria”. Desde aquel momento, el gobierno ha intentado, en tres ocasiones consecutivas, adquirir urea. En todas ha fracasado, incapaz de hacerlo sin trampa.
La triste anécdota es pertinente, pues, a diferencia de la reforma agraria impulsada por los políticos y por el gobierno, se viene desarrollando de manera silenciosa, desde hace más de 20 años, con gran éxito, una gran revolución agraria, la gran revolución de la agricultura moderna. Sin la necesidad de un organismo planificador central y sin atropellar los derechos de terceros, la revolución agrícola formal conquista mercados internacionales, genera cientos de miles de puestos de trabajo y trae miles de millones de dólares en divisas al Perú.
El año pasado, la agricultura formal significó 8,842 millones de dólares de exportaciones, posicionándose como la segunda fuerza exportadora en el Perú, solo después de la minería (33,671 millones de dólares), superando a otros sectores como petróleo y derivados (3,91 millones) y pesca (2,333 millones).
En 2001, las exportaciones de frutas y hortalizas, por ejemplo, fueron de 137 millones de dólares, mientras que este año ascenderán a 5,657 millones, es decir, un crecimiento de más del 4,000%. Esto ha sido posible, en primer lugar, por la eficiencia, audacia y vocación emprendedora del productor nacional, pero también gracias a los importantes proyectos de irrigación desarrollados y a los múltiples tratados de libre comercio, que abren para el productor peruano el acceso a los principales mercados del mundo.
Si bien el crecimiento económico y social ha sido notable, únicamente el 4.9% del área cultivada se dedica a la agricultura moderna. Por ello, es vital la inversión en proyectos de irrigación como Puyango-Tumbes, Alto Piura, Chira Piura, Olmos, Majes Siguas II –por citar algunos–, con los que se podrían incorporar a la agricultura moderna 441,500 hectáreas, entre tierras nuevas y tierras mejoradas, lo que traería al Perú miles de millones de dólares de divisas y significaría la generación de millones de empleos formales.
Esta es la verdadera reforma agraria, es la real revolución de la tierra agrícola en el Perú, con empleo, con prosperidad, sin ideologías ni colores políticos.
Lea mañana a: Joaquín Rey
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