Divina Comedia
Divina Comedia

Para evitar morir de sedentarismo crónico, salgo a caminar todas las mañanas. Temprano para que el sol del verano no me evapore. En Oklahoma los veranos suelen ser inmisericordes. No hago mucho ejercicio, doy una vuelta a la manzana (como una mascota cualquiera), observo las casas y digo ‘good morning’ cuando alguien pasa a mi costado, pero no orino. Este es un pueblo pequeño y extremadamente religioso. En mi breve recorrido paso por cuatro iglesias que se abarrotan los sábados y los domingos de fieles, en su mayoría, familias blancas con ejércitos de niños con camisas a cuadros y niñas con trencitas.

Hay un parque en el camino, bastante gringo, con bandera nacional, cancha de béisbol, baños con aire acondicionado y zona de parrillas. Me detengo allí porque hay una cabina de intercambio de libros. Te llevas un libro y repones otro. Este tipo de actividad funciona maravillosamente bien en ciudades concurridas y turísticas. Aquí, la mayoría de los libros son sobre Dios o son testimonios de personas viciosas que se han ‘repuesto’ por el poder de la oración. Normalmente me detengo, abro la puertita de vidrio de la cabina y, al no encontrar ningún título interesante, cierro la misma y me voy.

Para hacer las cosas un poco más interesantes (ya que el verano puede llegar a ser muy aburrido), he comprado en Amazon una docena de Kama-sutras, el famoso libro hinduista que enseña una serie de poses sexuales cuyos inventores bien podrían trabajar en el Circo Soleil. Naturalmente, un simple mortal como yo, podría quedar lesionado de por vida por intentar hacer alguna de las poses. Sin embargo, entendiendo que los estadounidenses son la potencia mundial por excelencia, este librito no debería generar algún impase. Además, siendo este un pueblo tan conservador, dar ideas para que no solo se practique el misionero es algo positivo. Mientras más desfogue, menos tiroteos, pienso yo. No estaría mal que estos nietos y bisnietos del tío Sam empiecen a disfrutarse los unos a los otros sin distinciones de género o de color; es decir, como Dios manda.

El paquete me llegó al día siguiente, con la eficiencia de un misil americano en Irak. Con entusiasmo salgo de la casa y me dirijo a la cabina para llevarme los libros sobre Dios e intercambiarlos por una colección entera de Kama-sutras (atribuido al filósofo oriental Vatsyayana). Cierro la cabina y esta se ha convertido, por fin, en una oda a la alegría y el placer. Los libros son devorados. Al día siguiente, ya no queda ninguno, han vuelto los libros sobre Dios. Los vuelvo a intercambiar por más kama-sutras para que los gringos aprendan la pose del pájaro invertido, la del saltamontes patilargo o la de la araña multicolor. Vuelven a desaparecer al día siguiente y me gasto todo el paquete.

Hoy, sin embargo, encuentro la colección completa de la Divina Comedia de Dante Alighieri. Son unos tomos preciosos que están en italiano y en inglés. Hemos hecho un intercambio con la gente de este pueblo. El Kama-sutra les ha enseñado el infierno, el purgatorio y el cielo entre las sábanas y los cuerpos amatorios y ellos me han comprado un boleto dorado para caminar de la mano con Virgilio. Me preparo para comprar más Kama-sutras en Amazon, en nueve meses corroboraré si ha habido un baby boom en este lugar o si las gentes, de pronto, empiezan a amarse con locura y a caminar de la mano como si fueran los latinos más calientes del mundo. Me daré cuenta, a lo mejor, si es que mis amantes me piden hacer alguna de esas acrobáticas poses. Ojalá. Mientras tanto… Me esperan nueve círculos del infierno por recorrer.

P.D. Si la editorial que edita mis libros en Perú aún me tiene cierta estima, estos deberían estar disponibles en el Stand 18 de la Feria del Libro.