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[OPINIÓN] Paul Montjoy Forti: Chavismo, la peste que no debe repetirse
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A diez años de la muerte de Hugo Chávez es necesario analizar lo que significó esto en América Latina. Cuando recibió su país, en 1999, seis años después de intentar hacer un golpe de estado, Venezuela era uno de los países más prósperos del mundo. En miami se recuerda cómo los venezolanos de aquellos tiempos viajaban a los Estados Unidos para hacer sus compras, hoy viajan a dicho país para pedir asilo político. Venezuela había logrado, a pesar de la desigualdad social, ser un país pionero en calidad universitaria, en arquitectura y diseño urbano. Hoy aquellos edificios se encuentran invadidos ilegítimamente, los profesores universitarios son los peores pagados de Sudamérica ($45 dólares mensuales) y la desigualdad se ha hecho más evidente entre quienes viven del gobierno y los demás ciudadanos que viven en la pobreza actualmente (81,5%, según la UCAB).
Chávez, como todos los tiranos, llegó al poder prometiendo que respetaría el sistema democrático (él, que había estado preso por ejecutar un golpe de estado fallido con un resultado de 32 muertos). Prometió bajar los impuestos, mantener el tipo cambiario y promover la banca privada. El inicio de su gobierno estuvo caracterizado por el derroche del dinero de los petrodólares en asistencialismo, lo que le dio una enorme popularidad. También realizó expropiaciones en infinidad de rubros: empresas agrícolas, fábricas de alimentos, medios de comunicación, banca, entre otros. A la muerte de Chávez, la inflación de Venezuela ya era del 54%, la deuda pública del 52% y las denuncias por violaciones a los derechos humanos empezaban a caer al por mayor. Con Nicolás Maduro, la segunda parte del chavismo, más de siete millones de venezolanos han huido, al día de hoy, de su país.
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Chávez se encargó enfáticamente de que el chavismo sea un modelo de exportación. Se alió con las dictaduras: Cuba, Nicaragua, Irán, Libia, entre otros. Patrocinó políticos para que implementasen el modelo en sus países: Evo Morales, Rafael Correa, Ollanta Humala, Gustavo Petro, Fernando Lugo, los Kirchner. Es decir, Chávez promovió a nivel regional un modelo de gobierno que, a la luz de los años, ha terminado por empobrecer a América Latina y por debilitar los sistemas democráticos. La Venezuela de Maduro es un ejemplo de ello, pero también Nicaragua y Argentina. Todo esto sin contar la situación de extrema pobreza de Cuba a los 65 de la revolución.
A los diez años de la muerte del dictador, el modelo chavista parece haber retomado fuerza. El triunfo de la izquierda en Colombia, México, Chile, Brasil y Perú demuestra que el sueño (o pesadilla) del socialismo del Siglo XXI no está muerto. Pero sus agentes parecen estar desgastados. Alberto Fernández y Luis Arce no están a la altura de sus predecesores (Morales y CFK) y sus gobiernos pasan por una situación crítica. Bolivia es el tercer país con mayor cantidad de deuda pública en relación con su PBI (86%, según el FMI) después de Brasil (91.9%) y Venezuela (307%). Se ha alzado una protesta significativa en contra de la reforma electoral de AMLO, presidente de México y padrino de Pedro Castillo.
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En Colombia se acaba de destapar en Semana algo que parece ser un común denominador de los políticos de ese grupo: los aportes en la campaña de Gustavo Petro (otro aliado de Castillo) provenientes del narcotráfico, a través de las gestiones de su hijo, Nicolás Petro. Lula Da Silva, después de las enormes acusaciones de corrupción por el caso Lava Jato, empieza su gobierno ya desgastado. Ortega, el dictador de Nicaragua, es un paria internacional. Mientras que la izquierda “millennial” de Boric ha perdido su encanto en Chile. Ni hablar de Perú, en donde el gobierno de Pedro Castillo cayó después de este intentara imponer un golpe de estado.
A pesar de ello, la democracia en América Latina sigue en peligro. Con la chequera llena, Petro y AMLO están implementando reformas que pueden poner en peligro los sistemas democráticos de México y Colombia (dos países que han sido ejemplares por más de cincuenta años). Venezuela, por su lado, ha recibido un respirador artificial por la necesidad de Estados Unidos de nuevos proveedores de petróleo. Mientras que en el Perú la crisis social, tras el golpe de estado fallido, tuvo como resultados más de 60 muertos entre las fuerzas del orden y los manifestantes. Antauro Humala, quien se ha manifestado como “amigo de las ideas de Hugo Chávez”, está alistando los botines para correr a la presidencia del Perú. En realidad, ya viene llenando plazas con discursos incendiarios. Si la democracia no es capaz de generar un candidato moderado, con un buen programa de gobierno, nuevamente la garrapata del chavismo (aunque disfrazado con otro nombre) intentará mancillar nuestras ya débiles instituciones.
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