“El Ejecutivo está envalentonado, a tal punto que se atrevió a nombrar como presidenta de Essalud a la ministra que tuvo que renunciar ante la amenaza de censura por parte del Congreso”.
“El Ejecutivo está envalentonado, a tal punto que se atrevió a nombrar como presidenta de Essalud a la ministra que tuvo que renunciar ante la amenaza de censura por parte del Congreso”.

Las marchas son una manera de llamar la atención, usualmente para hacer un reclamo que de otra manera es ignorado o queda desatendido. En general, son una forma de protesta e, idealmente, para ser efectivas, deben tener claridad respecto de aquello que se proponen lograr.

El día 19 de julio tuvimos la inicialmente llamada tercera ‘Toma de Lima’, que luego cambió de nombre a algo menos radical. A diferencia de las dos ‘tomas’ anteriores, en esta se esperaba menos violencia y también menos convocatoria, pues se cosechaba el desgaste de las marchas previas (la gente no puede quedarse sin trabajar en un país en el que se gana por el día trabajado), además de una mayor preparación de la Policía.

Respecto a la agenda o reclamos, en esta marcha cada quien tuvo los propios: hubo quienes marcharon reclamando elecciones generales y el fin de este gobierno; otros sumaban a este pedido el de una Asamblea Constituyente o incluso la liberación de Pedro Castillo. Otros pedían ‘justicia’ por los manifestantes muertos en las marchas anteriores y otros reclamaban mejores servicios por parte del Estado. Es decir, una sola marcha con múltiples grupos pidiendo diversas cosas con un denominador común: la insatisfacción con el gobierno, tanto Ejecutivo como Congreso, y posiblemente el reclamo de un adelanto de elecciones, algo que necesitará mucha más persuasión que una marcha que ha sido, salvo incidentes aislados, relativamente pacífica.

En el otro lado, el del gobierno, vemos sí, un objetivo común clarísimo: no dejar el cargo hasta 2026. A pesar de las pequeñas escaramuzas que puedan darse entre el Congreso y el Ejecutivo (como una eventual interpelación o amenaza de censura a algún ministro), salvo que las cosas cambien con una nueva Mesa Directiva, la intención de permanencia es más fuerte que las desavenencias.

El Ejecutivo está envalentonado, a tal punto que se atrevió a nombrar como presidenta de Essalud a la ministra que tuvo que renunciar ante la amenaza de censura por parte del Congreso. Y, en el Congreso, tampoco pasa nada: es increíble que no haya habido sanciones drásticas para los congresistas involucrados en casos de corrupción y de recorte de sueldos a sus colaboradores.

Por lo dicho, difícil que marchas como las del pasado miércoles logren cambios drásticos en la actitud del gobierno. También la ciudadanía, poco a poco, ha ido resignándose a esperar el fin del mandato constitucional. Ojalá que esto dé al gobierno una mirada de mediano plazo: no basta sobrevivir hasta 2026. Hay que mejorar los servicios del Estado, incentivar la inversión y generar empleo y mayores ingresos para la población.

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