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[OPINIÓN] Pablo de la Flor: “50 años del golpe”
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Esta semana se cumplen 50 años del golpe de Estado que derrocó al presidente Salvador Allende e instaló al gobierno militar de Augusto Pinochet en Chile. La dictadura que gobernó los 16 años siguientes le dejó un doble legado al país: no solo instaló uno de los regímenes más sangrientos y represivos de la región, sino que llevó a cabo una profunda transformación económica que convirtió a Chile en el país más próspero de América Latina.
El gobierno pinochetista fue responsable de más de 3 mil asesinatos y otro millar de desapariciones. A ello hay que sumar el éxodo de 200 mil exiliados que tuvieron que abandonar el país a fin de evitar las represalias que se desataron contra políticos, líderes comunitarios, sindicalistas, religiosos y cualquiera que fuera percibido como una amenaza por los aparatos de seguridad.
El quiebre democrático chileno resulta inexplicable sin considerar las circunstancias extremas de la crisis económica y polarización que sacudía al país. Allende, candidato del Partido Socialista, había ganado apenas una pluralidad de los votos. Su programa de gobierno maximalista apuntaba a socializar los medios de producción, estimular la demanda y promover la redistribución de ingresos.
Si bien la administración norteamericana contribuyó a desestabilizar al régimen socialista apoyando paros y financiando a algunos de los grupos opositores, su impacto no resultó determinante. Fue el descalabro desencadenado por el manejo irresponsable del propio gobierno el que terminó definiendo su suerte. Con una inflación de 500%, controles de precios, escasez de productos de primera necesidad, forados fiscales y déficits insostenibles, Allende rápidamente perdió apoyo y legitimidad.
Frente a la crisis y amenaza inminente del quiebre institucional, el presidente aparentemente consideró convocar un referéndum, el que hubiera perdido con seguridad, obligándolo a llamar nuevas elecciones. Aquel plan no cuajó y el resto es historia: el bombardeo de La Moneda y el suicidio de Allende.
Las reformas económicas impuestas por los militares y los Chicago Boys, sobre todo las ensayadas después de 1982, permitieron estabilizar las cuentas fiscales, derrotar la inflación, fortalecer la competitividad e impulsar un proceso de crecimiento que permitió reducir la pobreza a los niveles más bajos del continente, aunque manteniendo una alta desigualdad. Las reformas también abordaron temas sociales como la salud, la educación y el sistema de jubilación.
Interesantemente, después de 1990, con los militares fuera del poder, los gobiernos de izquierda (y derecha) mantuvieron los pilares del modelo económico, introduciendo apenas algunos ajustes en materia social. Las ideas promercado parecían haberse enraizado permanentemente en el nuevo Chile democrático.
Sin embargo, la oleada de protestas de 2019 y la elección de Gabriel Boric demostraron que aquel era un falso consenso. Medio siglo después del golpe, Chile se encuentra enfrascado en un debate de desenlace reservado, cuya definición orientará el curso de su futuro desarrollo: mantenerse en la ruta del crecimiento sostenido o ceder al facilismo del populismo redistributivo.
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