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[OPINIÓN] Nelson Shack: “Fumigando la indolencia”
“Es evidente que el Estado, en sus tres niveles de gobierno, nuevamente no ha sabido implementar ni responder con medidas efectivas que eviten tragedias”.
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[OPINIÓN] Nelson Shack: “Fumigando la indolencia”. (Midjourney/Perú21)
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Sabíamos que el ciclón Yaku incrementaría el riesgo de epidemias y enfermedades infecciosas como resultado de las lluvias, inundaciones y las aguas estancadas, cuyos efectos aún no han sido remediados en las regiones afectadas.
Hoy son más de 150 mil los contagiados por dengue y 186 fallecidos —confirmados y en investigación— y es evidente que el Estado, en sus tres niveles de gobierno, nuevamente no ha sabido implementar ni responder con medidas efectivas que eviten tragedias, como la pérdida de un familiar o un ser querido, ya que los centros de salud no tienen la capacidad de atender a los pacientes; una constante preocupación y riesgo al cual están expuestos millones de peruanas y peruanos. Esta es la indolencia y la incompetencia que debería ser fumigada de la gestión pública.
Si bien la declaratoria de emergencia sanitaria por el brote del dengue fue emitida en febrero último para 59 distritos del país, fue recién en mayo cuando esta se amplió a 222 distritos ante los casos masivos que se presentaron en 19 regiones. Entre ellas está Piura, que registra la mayor cantidad de casos con 43 mil personas contagiadas, y donde el escenario se torna más complicado porque está atacando más a los niños y jóvenes cada día.
Precisamente, en las visitas de supervisión realizadas a las regiones afectadas por el Yaku, pudimos evidenciar y advertir oportunamente que se tomen acciones para retirar el agua estancada de colegios, centros de salud y calles; fumigar, limpiar las canaletas y los desagües colapsados. De lo contrario, se iba a exponer a la población a infecciones y contagios. Hoy, lamentablemente, esto es una realidad.
¿Se trata de falta de recursos? No. De acuerdo a cifras del MEF, se ha previsto para 2023 un presupuesto superior a los 110 millones de soles para tratar este tipo de enfermedades metaxénicas, e incluso se autorizaron recursos adicionales por 34 millones de soles, un 30% más que el año anterior. Pero, si observamos la ejecución presupuestal en Piura, una de las regiones más afectadas y por citar solo un ejemplo, notaremos que ¡ha ejecutado menos del 10% de su presupuesto asignado! A toda luz, se trata de indolencia y de incompetencia.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), el dengue es una enfermedad que no tiene cura, pero que se trata con medicamentos que alivian la fiebre y el dolor, reposando y bebiendo abundante líquido para evitar la deshidratación. ¿Acaso no contamos con especialistas, equipos médicos y medicamentos tan básicos para tratar esta enfermedad? ¿Necesitamos una bola de cristal para saber qué tenemos que hacer?
Si el principio del servicio público es la satisfacción de una necesidad pública, ¿porv qué continuamos evidenciando la falta de acceso a la salud de las personas más vulnerables, la deficiente y nula gestión de los recursos públicos que respondan oportuna y acertadamente a las necesidades más urgentes de la población?
Esta situación nos debe llevar a reflexionar integralmente como Estado, porque debemos concentrar esfuerzos para dar respuesta inmediata a las emergencias, diseñando y concretando proyectos prioritarios que contribuyan a la prevención y mitigación integral de este tipo de efectos, dejando de lado la actitud evasiva o temerosa al momento de gestionar y tomar decisiones.
No podemos justificar la indolencia de quienes, a pesar de contar con los recursos y poder priorizar la atención con un plan de prevención y tratamiento ante estas situaciones de emergencia, mantienen las mismas condiciones de improvisación, nula prevención, desabastecimiento y falta de respuesta, a pesar de las constantes recomendaciones que sobre la materia comparte la Contraloría General.
Si una situación como la que hoy enfrentan miles de peruanas y peruanos, nos remece y preocupa así, ¿qué nos espera más adelante? Más aún, frente a un próximo fenómeno de El Niño Global con efectos e impactos exponencialmente superiores al ciclón Yaku.
¿Acaso debemos aceptar la incapacidad de las autoridades y gestores públicos, o decidiremos, de una vez por todas, “fumigar” la indolencia y la incompetencia de aquellos que no están a la altura de lo que demanda nuestro país?
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