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[Opinión] Mónica Delta: Nos habíamos insultado tanto
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Al cierre de esta columna, las décimas son las que definirán quién gobernará el país. Sin embargo, esto no será lo más difícil. Lo verdaderamente complejo se depositará en los hombros y en la responsabilidad de quien le toque gobernar.
Deben construirse liderazgos para el entendimiento entre aquellos que respaldaron esa candidatura y quienes no. El resultado de la elección solo evidencia lo que hemos soslayado por décadas.
Si el (la) gobernante se atribuye una victoria con actitudes soberbias, de refundaciones, descalificando a ese 50% que no votó por él (ella) agudizando los resentimientos, y si, por otro lado, quien pierda la elección, así sea por un voto, solo intenta buscar venganza, revancha, vayámonos olvidando de alguna posibilidad de salida.
El opositor político, o el que se sube al carro del poder para escucharse solo a sí mismo, el que solo obstruye cualquier intento de diálogo, el que se niega a cualquier posibilidad de escuchar cuando se disiente, y por supuesto, los grandes motivadores de teorías de conspiración que lindan con la locura y la extravagancia que están básicamente en algunas mentes afiebradas, lo único que lograrán es seguir socavando cualquier cimiento que nos sostiene como sociedad y como nación.
Tanto Pedro Castillo como su adversaria Keiko Fujimori deben estar a la altura. Dar tranquilidad es lo que toca. No tienen derecho a fomentar más desconfianza en las instituciones electorales.
Que se investigue y se sancione cualquier irregularidad, pero ya es hora de empezar a aquietar el ánimo nacional sin apelar a palabras como “te vigilo para que cuentes bien” o insisto en usar la palabra “fraude”.
La mayoría de la gente que ha ido a votar por uno u otro lo ha hecho por motivaciones vinculadas a la realidad. Las cifras de primera vuelta lo dejan claro. El 75% de ciudadanos no son militantes ni simpatizantes de uno u otro candidato.
Las motivaciones de su voto seguirán siendo analizadas, pero, al final, todos buscan un cambio para mejorar su calidad de vida.
Los congresistas elegidos ya tienen sus credenciales y, por el bien del país, tendrán que hacer un gran esfuerzo para dejar los extremos y buscar consensos mínimos para sobrevivir en democracia y garantizando las libertades.
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