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(Opinión) José Luis Gil: Renuncias, decencia y dignidad policial
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En los últimos años se ha convertido en costumbre meterle la mano a la institucionalidad de las Fuerzas Armadas (FF.AA.) y la Policía Nacional como una práctica perversa del poder. La semana que pasó, Pedro Castillo y su inefable secretario general Bruno Pacheco se dispusieron a reeditar el estilo insultante de su antecesor Francisco Sagasti y su exministro Rubén Vargas, quienes defenestraron a 18 generales, pretendiendo hoy manipular los ascensos en el Ejército, la Fuerza Aérea y también en la Policía Nacional para favorecer amigos, paisanos y conocidos, creyendo que su poder proviene de la realeza o divinidad. Una locura.
A los despidos intempestivos, insultantes y contraproducentes contra los jefes de las FF.AA., que no aceptaron los caprichos palaciegos, se sumó esta semana la renuncia digna del Tnte Gral PNP Javier Bueno Victoriano (número 2 actual), quien denunció otra intentona de favorecimiento inaceptable para la institucionalidad policial. Como hemos mencionado antes, no es la primera vez que un alto mando policial renuncia a su cargo; ya en 2020 el Tnte Gral PNP Edgardo Garrido López (número 2 de la PNP en ese momento) también lo hizo por el zarpazo de Sagasti y compañía. El coraje de ambos oficiales generales les permite gozar del aprecio silencioso de los efectivos de la Policía Nacional.
Esto no quiere decir que en el proceso actual los coroneles de la Policía propuestos para el ascenso no tengan las capacidades o el profesionalismo para acceder a tan alta responsabilidad, ese no es el punto, sino que se quiera beneficiar a quienes no estaban en el proceso, asignándoles puntajes inmerecidos y ampliando vacantes para encubrir la interferencia política y eso debe acabar.
Es por eso que debemos reflexionar sobre las decisiones de Edgardo Garrido y Javier Bueno, quienes son dos excelentes profesionales de la investigación que hemos perdido por los apetitos ideológicos y políticos de los gobiernos de turno, de izquierda, claro, quienes estoy seguro, con aporte intelectual y operativo, hubieran contribuido decididamente en la lucha contra las amenazas al país, entre ellas, la criminalidad en todas sus formas.
Nos resistimos a aceptar que se esté normalizando el prescindir con facilidad de profesionales con un alto nivel de preparación y dignidad, y que se prefiera (y promueva) tener pequeños hombres con uniforme que reptan por un mendrugo de poder, a quienes les espera el infinito desprecio institucional. Por eso, solo me queda rendirles homenaje con honor y lealtad caballeros de la investigación criminal, el país los aprecia.
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