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[OPINIÓN] José Luis Gil: Criterio de conciencia
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Las elecciones del presente año quedarán impregnadas en la memoria de los ciudadanos para siempre. El nivel de polarización al que hemos llegado ha mostrado lo peor de nosotros: odios, insultos, violencia, amenazas, conspiraciones, trampas, leguleyadas, y, en el caso específico de Pedro Castillo, una movida estratégica para montar una campaña internacional desde el Foro de Sao Paulo, para “presionar” a las autoridades a que tomen decisiones apresuradas y resuelvan el dilema electoral.
Las evidencias de las trampas electorales para favorecer a Castillo son cada vez más visibles y sorprendentes. Desde el entrenamiento para el manejo de las mesas de sufragio, la intimidación de los terroristas del Vraem, la contratación de expertos en fraudes (según la prensa) y las innumerables “equivocaciones” en detrimento de la candidata Fujimori, han recargado el ambiente electoral; es difícil o casi imposible que cualquier ciudadano deje de percibir la zancadilla alevosa. Los odiadores en las filas de Castillo, como se pudo comprobar en el audio de Edwar Quiroga Vargas (previo a la jornada electoral), anuncian con regodeo el modo en que pretenden torcer la voluntad popular.
La pelota está en la cancha del Jurado Nacional de Elecciones, tantas veces cuestionado, vapuleado, confrontado y presionado. A los peruanos ya no nos quedan leyes, normas, pruebas o evidencias por mostrar, porque todas se han puesto sobre la mesa, de uno y otro lado. Ahora solo depende del más importante principio de un juez: el criterio de conciencia.
No será fácil para los jueces tomar decisiones pues su criterio de conciencia será influido por muchos factores. Aquí se pondrá en juego lo más profundo de su ser, su espíritu, su moral, su formación de hogar, su sensibilidad y conocimientos, para que con su máxima experiencia personal, social y profesional, puedan poner en una balanza todos los elementos, sepan y decidan pensando en las consecuencias para el futuro de millones de personas que están a la expectativa.
La democracia es la única forma sensata de convivencia pacífica y está en peligro. Se requiere valentía y visión de futuro para poner las leyes y las normas al servicio de los ciudadanos y no ceder a la tiranía conceptual de estas en perjuicio de los ciudadanos.
Esperamos que los actos de reflexión de los magistrados del JNE rompan las cadenas del miedo a la narrativa impuesta por la izquierda radical y sus corifeos, y corrijan los errores y no permitan el imperio de las fuerzas antidemocráticas, sino los principios fundamentales como la vida, la paz, la libertad y la democracia. ¡Sí se puede!
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