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[OPINIÓN] Joaquín Rey: “Mis deseos”
“Deseo que en este 2024 volvamos a crecer. Es inadmisible que (excluyendo el año de la pandemia) estemos cerrando el peor año en términos económicos en más de dos décadas”.
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Como he hecho en años anteriores, ahora que cierra este atribulado 2023, aprovecho este espacio para compartir mis deseos para el año que está por empezar. Quizás sean ingenuos, pero, como dice aquella trillada frase, la esperanza es lo último que se pierde.
Deseo que en este 2024 volvamos a crecer. Es inadmisible que (excluyendo el año de la pandemia) estemos cerrando el peor año en términos económicos en más de dos décadas. Más grave aún es que esto suceda en un entorno internacional que, aunque no es el mejor, sin duda da para mucho más. No está de más recordar que el crecimiento del PBI no es un concepto abstracto o alejado de la realidad, sino un resultado que tiene efectos muy concretos. El más dramático es el crecimiento en la pobreza que, sin duda, se registrará al cierre de 2023, y que también se vio en 2022.
Espero también que en este nuevo año el Ejecutivo, y en particular el Ministerio de Economía comprendan que el único camino para la reactivación es la promoción de la actividad privada, y en particular de la inversión. Las sucesivas ediciones del programa Con Punche han estado absurdamente enfocadas en el incremento del gasto público, cuando este es mucho menos eficiente —es decir, menos rentable por sol gastado— y su concreción es lenta. Incluso si la inversión pública fuera tan eficiente y rápida como la privada, difícilmente moverá la aguja de la misma manera, pues representa menos del 30% del total.
Deseo también que comprendamos que, dada su velocidad y escala, no hay sector tan efectivo para dinamizar la actividad privada como la inversión minera. Según el propio Minem, Perú tiene actualmente 47 proyectos en cartera por una inversión de US$54,000 millones. Muchos de estos solo requieren alguna autorización estatal para iniciar construcción. Tal es el caso de la extensión de Antamina en Áncash (US$2,000 millones), Zafranal en Arequipa (US$1,473 millones), Magistral en Áncash (US$493 millones) o Romina en Lima (US$150 millones). La pelota está en cancha del Estado.
También quisiera que en este 2024, lejos de medidas para la tribuna, se tomen acciones realmente efectivas contra el avance de la ilegalidad y la delincuencia. De acuerdo con cifras del INEI, uno de cada tres peruanos urbanos mayores de 15 años ha sido víctima de algún hecho delictivo en el último semestre. Y, según la encuesta de percepción de inseguridad realizada por la prestigiosa encuestadora internacional Gallup, Perú encabeza el ranking de Latinoamérica. Ante esta realidad, el gobierno solo ha optado por medidas que se han probado inservibles una y otra vez, como las declaratorias de estado de emergencia, o se ha recurrido al inmoral y barato populismo xenofóbico.
Deseo también que, en este nuevo año, lejos de seguir desandando en lo poco que se había avanzado, se tomen acciones para la reforma de nuestro sistema político. Ojalá el Congreso reconsiderara el despropósito que supuso la reciente eliminación de las primarias abiertas simultáneas y obligatorias (PASO), y el retorno al voto preferencial, dos de los pocos avances que se habían dado para fortalecer los partidos políticos, quitar poder a sus cúpulas y trasladárselo a los ciudadanos. Espero también que finalmente se apruebe la bicameralidad, y se reinstaure la reelección congresal, cuya absurda eliminación solo lleva a la desprofesionalización de la política y promueve el ingreso de aventureros sin incentivos para actuar en pro del interés público.
Deseo también que se detenga el desmantelamiento de la reforma universitaria, quizás la única política pública significativa que hemos podido concretar como país después de 2016. Hoy, la pululación de universidades fachada que estafan a sus alumnos vuelve a ser una posibilidad. Los mercachifles de la educación, algunos de ellos muy bien representados en el Legislativo, celebran mientras que los jóvenes del Perú serán quienes paguen pato.
Y, por supuesto, anhelo que, en este nuevo año, la corrupción, el tráfico de influencias y el uso de la función pública con intereses económicos o judiciales desaparezcan. Quizás es mucho pedir. Pero, como dice aquella también trillada frase, soñar no cuesta nada.
¡Feliz Navidad y un próspero año 2024!
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