[OPINIÓN] Joaquín Rey: El futuro  que nos espera. (Fotos: Alessandro Currarino / @photo.gec)
[OPINIÓN] Joaquín Rey: El futuro que nos espera. (Fotos: Alessandro Currarino / @photo.gec)

A los políticos puede no interesarles el mediano o largo plazo, porque quizás ellos no tengan que asumir los pasivos o activos de lo que suceda cuando ya no estén en una posición de poder. Pero a nosotros sí tendría que importarnos lo que ocurra en 5, 10 o 20 años, porque acá estaremos –o por lo menos nuestros hijos–.

Hago esta reflexión con motivo de dos decisiones que ha tomado esta semana el Congreso y constituyen un evidente atentado contra el futuro.

La primera tiene que ver con la calidad de la educación superior. La engañosamente llamada “ley que restablece la autonomía universitaria”, no hace sino quitar dientes a la que probablemente fue la única reforma exitosa implementada en Perú en el último quinquenio. Desde su instauración, laha permitido parar la estafa de la que eran víctimas 250,000 jóvenes que pagaban por una educación paupérrima. Para ello, se denegó la licencia a universidades cascarón, que no cumplían con mínimos estándares, y que incluso operaban en azoteas de chifas o garajes.

El elemento central para llevar adelante esta reforma ha sido la independencia de la Sunedu respecto de sus regulados. Esto no es nada extraordinario: cualquier entidad que pretenda regular una industria no puede estar influenciada ni mucho menos liderada por quienes son objeto de la regulación. Esto es como si Telefónica estuviera en el directorio de Osiptel o Repsol en el de Osinergmin.

Pues esto último es lo que sucederá con la norma aprobada por el Congreso. A partir de ahora, tres de los siete miembros del Consejo Directivo de Sunedu serán designados por las universidades. Basta con que uno de los otros cuatro miembros se les una para que puedan ejercer un total control de la institución.

Así, no deberá sorprendernos que pronto se den rebajas en los estándares de calidad, y que las universidades-estafa que tanto costó cerrar comiencen a pulular nuevamente. El resultado, por supuesto, será seguir privando a generaciones de peruanos de una educación de calidad.

El segundo atentado contra el futuro cometido esta semana por el Congreso se dio en el área previsional. El miércoles, ignorando la opinión de organismos como el BCR, MEF, la SBS o la OCDE, el Pleno aprobó un sexto retiro de fondos del Sistema Privado de Pensiones. A menos que esta medida sea observada por el Ejecutivo, con su implementación habremos liquidado en dos años la mitad del ahorro previsional que tomó tres décadas construir.

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Además de graves impactos negativos para la economía (inflación, mayores tasas de interés, subida del tipo de cambio, etc.), esta medida crea una bomba de tiempo descomunal. Para entender por qué, lo invito, apreciado lector, a hacer un ejercicio. Piense en cuántos hermanos tuvieron sus abuelos, cuántos hermanos tienen sus padres, cuántos hermanos tiene usted, y cuántos hijos tiene o planea tener. Lo más probable es que el número de hermanos se haya reducido en cada generación. ¿Qué nos dice esto? Que cada vez será más difícil que los hijos puedan mantener a sus padres al final de su vida, como sucedió durante décadas en millones de familias peruanas. Extrapolado a la sociedad en su conjunto, esto significa que es inviable tener un sistema de pensiones de reparto en el que los jóvenes subsidien a los ancianos. Es por ello que resulta indispensable promover el ahorro individual para el retiro, que es precisamente lo que hacen las AFP.

Hoy tendríamos que estar discutiendo reformas para ampliar la cobertura de este sistema, pero lo que estamos haciendo es exactamente lo contrario. Con este sexto retiro, unos 4.3 millones de peruanos se habrán quedado sin un sol en sus cuentas de jubilación. Pero esto parece algo irrelevante para nuestros políticos.

Si seguimos en esta senda de desprecio por el futuro, el Perú que anhelamos será cada vez más distante. No lo permitamos.

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Marianella Ledesma