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(Opinión) Hugo Perea: Ajuste monetario y el fantasma de la recesión
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Desde inicios de la década de los 80, los bancos centrales redoblaron los esfuerzos para consolidar un entorno de estabilidad de precios, incluso a un alto costo en términos de desempleo y contracción económica. Las autoridades monetarias habían perdido el control de la inflación en la década de los 70, y con ello su credibilidad se había erosionado significativamente. En ese contexto, sin un ancla que pueda guiar adecuadamente las expectativas, la elevación de las tasas de interés inducidas por los bancos centrales para reducir la inflación tuvo como consecuencia una caída considerable de la demanda.
Uno de los ajustes monetarios más severos fue el implementado por el entonces presidente de la Reserva Federal, Paul Volcker. Bajo este proceso la tasa de política monetaria llegó a casi 20%, lo que, entre 1981 y 1982, llevó a Estados Unidos a una de sus recesiones más severas, con una tasa de desempleo que tocó un pico cercano al 12% (en aquella época, la tasa “normal” de desempleo se estimaba alrededor de 5%). No resulta difícil vislumbrar la enorme pérdida de bienestar social que la dificultad para encontrar un empleo trajo a millones de personas en Norteamérica.
Durante la década de los 80, desarrollos académicos demostraron lo importante que es para la sociedad que los bancos centrales cuenten con credibilidad. Si un banco central es creíble, puede anclar las expectativas de inflación del público con sus anuncios, por lo que reducir la inflación resulta menos costoso en términos de pérdida de empleo y producción. Sencillamente, las empresas y personas, al momento de realizar contratos y ajustes de precios, se alinean a lo que diga el banco central (“la inflación será 2% durante este año”). De esta forma, para reducir las presiones inflacionarias no se requiere subir agresivamente las tasas de interés, con lo que se evita inducir una recesión.
Luego de tres décadas de relativa estabilidad de precios a nivel global, la inflación, el enemigo silencioso que ataca con más virulencia a las familias vulnerables, ha regresado. Los precios se han incrementado sensiblemente debido a choques de oferta persistentes que están manteniendo la inflación en niveles elevados. En este contexto, se ha observado un cierto desanclaje de las expectativas inflacionarias, lo que hará más lento el proceso de desinflación.
Tremendo reto que deberán enfrentar los bancos centrales en los próximos meses: contener la inflación sin afectar mayormente la actividad económica. La credibilidad que hayan construido en los últimos años será fundamental.
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