Congreso de la República. (Foto: @photo.gec)
Congreso de la República. (Foto: @photo.gec)

Congresistas, les urge preocuparse seriamente por ustedes. Lo hacían para mal; no funcionó y están “fichados”. No pueden seguir jugando a las sillas musicales de escaño en escaño; “gestionar” intereses en ministerios ni aceptar la pregunta ‘¿a cómo el voto, caserito?’. Hoy, piensen en cómo salvarse pues la violencia reclama cerrar el Congreso, sacar a la presidenta y nueva Constitución. OJO: en repudio a las autoridades, ustedes siguen premiados.

Quizá estén pensando en recolocar “sus principios y lealtad”. ¿Con quiénes destrozan el país para liquidar nuestra imperfecta y frágil democracia y tener poder omnímodo; o con los millones de peruanos ahogados por malos gobiernos y su clímax con el autoproclamado “del pueblo”?

Puede estar próxima la oclocracia, que, les habrán explicado sus ilustres asesores, es la tiranía de las muchedumbres con ilimitado recurso a la violencia, la intimidación y la comunicación no racional, para imponer a las autoridades políticas suicidas para ellas y fatales para el pueblo; hermana de las demagógicas “soluciones inmediatas” y apelación a resentimientos, linchamientos y dádivas.

Reconozcan que la convulsión tiene cabecillas, financistas, planeamiento sofisticado, armas, explosivos y participación extranjera. Carreteras bloqueadas día tras día. Su colega boliviano denuncia envío de armas. Los dólares vuelan. Se esfuman actividades que sostienen millones: turismo, artesanía, transportes, agricultura, minería y otras. Más desempleo y miseria. Fiscalías y Policía Nacional detienen líderes terroristas. ¿Falta la guerra civil que ya reclaman?

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Hay obvias y justificadas razones para la frustración y protesta del pueblo. Su solución exige visión de futuro y buena gobernanza, hoy inexistentes. Pero la destrucción de la vida, salud y propiedad de millares de compatriotas; y de instalaciones públicas y empresas no tienen justificación ni perdón. La larga prédica de odio que condujo al gobierno pasado se exacerba en el Congreso; dividido entre los que azuzan la liquidación de nuestra imperfecta y frágil democracia y del Estado de derecho para tener poder omnímodo y los demás. Entre estos últimos, los hay muy dignos, competentes y responsables. Pero no podrán hacer nada si las turbas lo cierran o incendian. ¿No debe ocurrir? Tampoco debieron ocurrir la guerra con Chile o las décadas del terror.

¿Entonces? Hagan lo correcto. Nada mejorará sin esenciales, urgentes y puntuales cambios de dispositivos constitucionales, electorales y de requisitos para candidatos. Sin ellos, ni mañana, diciembre o abril de 2024 las elecciones nos darán autoridades legítimas. Es su obligación y prioridad; y rendirán cuentas. Y, por su bien, no alucinen con NO aprobar el adelanto de elecciones ni en que tendrán cabida si por desgracia prevaleciera el “nuevo orden” que venden como cebo de culebra. No solo serán innecesarios, sino que deberán salvar sus vidas. Mala suerte. De prevalecer la democracia, tendrán derecho a defenderse en procesos legales. En caso contrario, sus juicios y los de millares de responsables e inocentes serán “populares”. Dios quiera que no sea así, pero ustedes mejor cumplan su deber, ya.

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