Cuando llegó el VAR al fútbol peruano, fue muy aplaudido por todos los que esperaban más justicia en las decisiones arbitrales, que muchas veces carecían de sensatez, objetividad, criterio y hasta de una visita urgente al oculista. Pues bien, han pasado algunos meses y los encargados del VAR, llamados a corregir, advertir o ayudar a los árbitros del partido, no los apoyan todo lo que es necesario.

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Las faltas arteras y malintencionadas deben ser sancionadas ejemplarmente para evitar que se repitan en el futuro. Y los deportistas que las cometen deben sentir el rigor del castigo. De lo contrario todo seguirá igual. El domingo Yoshimar Yotún, jugador de Sporting Cristal —además de jugador de selección—, en una acción desleal, pudo lesionar seriamente a un jugador de Deportivo Municipal, al “planchar” con la planta del pie la pierna del rival. Era tarjeta roja directa. ¿Y el VAR?, bien gracias… por ahí andaba seguro, pero sin advertir al despistado juez Sebastián Lozano ni a su ballet.

Qué mala suerte para el Muni, que con VAR o sin él, resulta reiteradamente perjudicado, sino recordemos aquel gol de Carlos Zambrano en el Apertura, donde convierte para Alianza Lima en clara posición adelantada, además de estar junto a dos compañeros en la misma situación. Pero claro, se decía que no había VAR. Pues mucho no cambió. El VAR debería cumplir una labor muy minuciosa, sobre todo para sancionar o anular goles, cobros de penal, fueras de juego y faltas graves, como contra la integridad del futbolista.

Como dijo el doctor Alberto Tejada a este medio: ¨El VAR hipotéticamente vino para ayudar a los árbitros a ver elefantes y no hormigas”. Señores de la CONAR, si los errores y horrores se repiten cada semana, sus comunicados y “meas culpas” carecen de sentido. Si no, explíquenselo mejor a los perjudicados.

Asimismo, bien harían los organizadores de la Liga 1 por apurarse en implementar un canje con distribuidores de aguas de azahar, ya que sus propiedades podrían ser beneficiosas a estas alturas del campeonato donde hay muchos intranquilos: dirigentes blanquiazules, apurados en ver fantasmas donde no hay; el irritable técnico celeste, que reclama por todo aquel que se mueve; y algunos jugadores cremas, que pierden los papeles y se hacen expulsar de forma por demás irresponsable.

Así está el torneo local, entrando a una fase en que se juega con mucho nervio y apuro. Un mejor VAR, más agua de azahar, puede ser la clave.