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[Opinión] Gino Pomar: Eran días felices

[Opinión] GinoPomar: Eran días felices

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Dicen que el fútbol es lo más importante de lo menos importante, y a veces parece ser muy cierto. Cuando de niño mi papá nos llevaba a mi hermano menor y a mí al emblemático Estadio Nacional, era muy feliz, y sentía que ese día era el más importante. En el estadio de la calle José Díaz aprendí a comer el famoso turrón amarillo que mataba el hambre, la canchita que nos invitaba a degustar a los asistentes el señor vendedor para que luego se la comprásemos. Todo eso matizaba el ambiente de fiesta mientras observábamos los partidos durante largas jornadas futboleras, con dobletes y tripletes, cuatro a seis horas viendo fútbol sin prisa y sin pausa. Aunque mi hermano menor ya luego de una hora prefiriese subir y bajar las escaleras.
Hoy no hay dobletes y menos tripletes, con pandemia no hay jornadas con público y menos turrones ni cancha. Hoy ya no tengo 12 años, pero sigo recordando cuando el fútbol era lo más importante. Hoy más que días felices, vivimos días difíciles. Y otra vez hoy nuestra selección intentará resarcirse de tan mala racha de cuatro partidos perdidos al hilo, cuando visite en Quito al seleccionado ecuatoriano por otra fecha de las Eliminatorias. Últimos con un solo punto es más que necesario sumar de a tres si no se quiere comenzar a despedir prematuramente del Mundial Qatar 2022.
Ricardo Gareca anuncia cambios; el más sonado parece ser el ingreso de Gianluca Lapadula desde el arranque en reemplazo de Paolo Guerrero. Hoy Perú sufre no tener recambios; desde Rusia 2018 se juega casi con los mismos. La búsqueda para el reemplazo de jugadores es necesaria, pero con los que actúan en las ligas de afuera parece no ser suficiente –aunque se siga sin llamar a Santiago Ormeño, jugador mexicano-peruano, carta de gol en el torneo azteca–, y nuestro torneo local no dé la talla para la exigencia internacional. Además –no es justificación, pero es cierto–, los árbitros vienen perjudicando al equipo peruano con sendos errores, como en la reciente expulsión exagerada de Miguel Trauco, quien no agredió a su rival; cuando los contrarios no son medidos con la misma vara, como el brasileño Richarlison que agredió al mismo Trauco golpeándolo con el codo y dejándolo ensangrentado en el rostro sin que el árbitro sancione ni el VAR lo advierta o lo llame a consulta. Y es solo un ejemplo. Pero con una FPF donde su cabeza parece estar pegada con cinta por la propia Conmebol, ninguno de sus integrantes podrá levantar su voz.
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