“Con paciencia didáctica, sin obstruccionismo ni malas maneras, el Congreso va a tener que jugar un papel para forjar consensos". (Foto: Presidencia)
“Con paciencia didáctica, sin obstruccionismo ni malas maneras, el Congreso va a tener que jugar un papel para forjar consensos". (Foto: Presidencia)

Nombrar a como primer ministro implica cruzar el Rubicón. Así lo han interpretado editoriales de y muy opuestos a la candidatura alternativa en segunda vuelta. A nivel de Lima, el consenso es bien amplio. A nivel de provincias, es mejor esperar a tener encuestas, porque las expectativas y narrativas pueden ser distintas: en redes sociales hay de en actores regionales, con narrativas diferentes. Si vamos a salir de esto, más nos vale lograr consensos más sólidos sobre qué haremos después.

Un nombramiento así es una provocación evidente. Responde a un objetivo y una estrategia: conseguir que el Congreso niegue el voto de investidura para estar más cerca de una disolución. Señalé en mi columna anterior que todas las acciones de Cerrón parecían dirigidas a acumular poder y agudizar contradicciones, buscando que su objetivo mayor de referéndum y Asamblea Constituyente se consoliden, teniendo en cuenta las elecciones regionales en noviembre de 2022. (además de harta desorganización), pero el riesgo para el país de ser gobernado por decreto cuatro meses por el dúo Cerrón/Castillo es para extremar toda precaución.

Se prenden alertas sobre iniciativas del discurso como priorizar medios regionales y digitales en la publicidad estatal y también sobre el uso de programas sociales para promover el referéndum, que requerirán harta vigilancia. Además, si el actual canciller escribió el discurso, difícil creer que desconociera la existencia de en el incanato o que no tiene origen virreinal. Parece ser manipulación de la historia para darle mayor peso simbólico al elemento identitario, el mayor activo político del presidente Castillo, allí donde más se pueden agudizar las contradicciones en la polarización en la que estamos y podemos vivir. Hay que cuidarse mucho de promover que esa narrativa polarizadora se fortalezca como producto del conflicto inevitable entre poderes que vamos a vivir.

Negar la investidura no es la única opción. Un gabinete puede obtener la confianza con la mayoría simple de los parlamentarios presentes y una alta cantidad de abstenciones; ya ha ocurrido antes. Habrá que analizar muy claramente qué es lo que conviene más. Para el control efectivo de la arbitrariedad en el uso del poder, más relevancia puede tener la distribución de las comisiones que se decidirá prontamente. Con paciencia didáctica, sin obstruccionismo ni malas maneras, el Congreso va a tener que jugar un papel para forjar consensos en la opinión pública sobre los riesgos que se enfrentan, y la solución a los mismos debe tener la legitimidad necesaria para no seguir enfrentados.

He dicho antes que la segunda vuelta era entre dos venenos. Confirmar que este veneno menos conocido era más riesgoso que el que ya conocíamos no es justificación para seguir polarizando. La oposición también necesita líderes que generen consenso.