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[OPINIÓN] César Luna Victoria: “¡Cómo no te voy a extrañar!”
“Parte de nuestra turbulencia política es que no tenemos partidos como esa APRA. Una estructura que intermedie”.
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Mi abuelo se hacía la señal de la cruz en la Alameda de Mansiche o camino a Huanchaco, entre los palacios de abobe en Chan Chan. ¿Por qué te santiguas? Porque aquí nos mataron. Era, como buen trujillano, también aprista y llevaba en su corazón el dolor del año de la barbarie. La historia había empezado en la Navidad de 1931. Haya de la Torre, líder del APRA, fue detenido a balazo limpio en una chocolatada del partido. Murieron niños y mujeres. La orden la había dado el presidente Sánchez Cerro, que había tomado el poder en 1930, al derrocar a Leguía. Luego hizo la finta de bajar al llano para participar y, obvio, ganó las elecciones, precisamente contra Haya de la Torre. El APRA reclamó fraude, no pasó nada y lideró la oposición. Esa APRA primigenia era de izquierda y su base política eran los sindicatos de las compañías azucareras del norte, con Trujillo a la cabeza. En economía andábamos mal. La caída de las bolsas de valores en 1929 generó una recesión mundial que redujo nuestras exportaciones: cobre en 69%, lanas en 50%, algodón en 42% y azúcar en 22%. Cayó el PBI, se generó desempleo y los alimentos subieron de precio entre inflación y escasez. Las condiciones de vida empeoraron. La corrupción creció y exasperaba más. La chispa la prendió la represión política. Se autorizó la detención sin orden judicial. Haya de la Torre fue uno de ellos.
El 7 de julio de 1932 trabajadores de la hacienda Laredo y estudiantes del colegio San Juan tomaron el cuartel O´Donovan. Se apropiaron de armas y municiones. El gobierno contra atacó en tenaza. Por el norte atacaría el ejército de Chiclayo y por el sur el de Lima. El 10 de julio fue la tragedia. En la madrugada, los presos comunes del cuartel O´Donovan masacraron a los militares que estaban detenidos con ellos y luego huyeron. El ejército echaría la culpa a los apristas. Al amanecer la aviación atacó los nidos de ametralladoras que se habían instalado en las barricadas, una de ellas en Mansiche. Trujillo tuvo el triste honor de ser la primera ciudad atacada desde el aire, cuatro años antes de que los nazis atacaran Guernica, pero sin Picasso que lo recuerde. Por la tarde, el ejército había recuperado el control. Las cifras no oficiales: 500 soldados, 1,000 combatientes y 9,000 civiles muertos. Se impusieron 120 penas de muerte sin juicio. 42 de ellas se ejecutaron en Chan Chan. Los enterraron en fosas comunes, el 27 de julio, un día antes de recordar que somos libres.
Mi familia fue aprista, me enseñó de política, pero nunca de rencor. Me contaban de los mártires fusilados en Chan Chan y me enseñaron a venerarlos santiguándome, sin reclamo por venganza. Cuando el APRA estaba por llegar al poder, el Ejército se lo impedía con un golpe: Odría en 1948, Pérez Godoy en 1962 y Velasco en 1968. A pesar de todo, esa APRA no se amargó. Con el tiempo hizo concesiones para sobrevivir y luego se derechizó. Pero antes de eso, aún en tiempos difíciles, supieron construir un partido.
Mis padres y mis tíos iban a los locales partidarios a prestar servicios profesionales gratuitos. Compañero, aquí estoy para ayudarlo. Reconocían jerarquías y las decisiones tenían cómo ser ejecutadas. Disciplina, compañero. Parte de nuestra turbulencia política es que no tenemos partidos como esa APRA. Una estructura que intermedie entre las expectativas de la gente y las posibilidades de atenderlas desde el poder. Los partidos que tuvimos fueron una farsa y los despreciamos. Pero si en esta turbulencia no hay con quién dialogar, es porque nos faltan partidos. Ya no será para estas elecciones, sino para las que vendrán luego. Cuando se empiecen a formar, apóyelos.
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