"Según un estudio de PNAS, Perú tiene la segunda mayor cantidad de personas viviendo a gran altitud, solo después de China".
"Según un estudio de PNAS, Perú tiene la segunda mayor cantidad de personas viviendo a gran altitud, solo después de China".

Una rápida, y seguro inexacta, lectura de , indica que, aproximadamente, el 20% del territorio nacional está sobre los 4,000 m.s.n.m. Eso se traduce a una zona equivalente al Reino Unido (pocas veces apreciamos lo extenso que es el Perú).

En la realidad, son múltiples comunidades, distintas y distantes. Atravesadas por la Cordillera de los Andes, muchas veces solo conectadas por la experiencia de vivir a una altitud que la mayoría de los humanos consideraría inhóspita.

Su gran extensión y diversidad cultural, no evita que la mayoría de los peruanos no tengan una conexión genuina con esos lugares, pues son remotos, atomizados, y solo alojan al 10% de la población. Sin embargo, vivir donde falta el aire y sobran los cielos azulísimos es una experiencia singularmente peruana. Según , Perú tiene la segunda mayor cantidad de personas viviendo a gran altitud, solo después de China.

A pesar de la enormidad de los Andes, es complicado generar riqueza: el clima es hostil, el calentamiento global acecha, y es difícil competir con otras regiones, que tienen tierras más fértiles, mayor acceso a los mercados y más apoyo del gobierno. El tiempo ha demostrado que hay pocas actividades económicas viables. Una de ellas es la minería.

En el mejor de los casos, esta es formal, genera empleo y mayor conectividad (se reconoce poco el rol de la minería en el desarrollo de carreteras para acercar a esas comunidades aisladas). En el peor de los casos, cuando es ilegal, la minería es un . De todas formas, siempre trabajan con recursos no renovables.

No es así con otra actividad de altura: la crianza de un par de camélidos emblemáticos del Perú: la vicuña y la alpaca. Ambos son animales nobles, resilientes, amigables con ecosistemas frágiles y enlazados a tradiciones milenarias. Desde el gobierno, empresas privadas y ciudadanía, encontrar formas de apoyar a esas comunidades de criadores es también apostar por un país donde todos prosperan, sin importar los metros que uno está por encima del mar.