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[OPINIÓN] Andrés Chaves: “Boom trafero”
“El atractivo y turbio mundo de apuestas, criptomonedas e inversiones en línea, es un caldo de cultivo ideal”.
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El mundo cambió con el COVID-19. Hoy se habla del boom del trabajo remoto y la digitalización, pero no todos pudieron sacarle provecho al distanciamiento social. Recuerdo noticias de varios rincones del mundo, de prostitutas recurriendo a amenazas y extorsión de sus clientes regulares, que ya no podían contratar sus servicios por las cuarentenas. Por necesidad, una población vulnerable, que ya estaba al borde de la ley, se tornó criminal.
Pero no fueron los únicos grupos que vieron en este serio problema una gran oportunidad (como sugiere sabiamente el proverbio chino). Casinos en el sudeste asiático, también afectados por la falta de clientela, mutaron y ahora son la base de operaciones de una sofisticada y compleja red de estafas globales que afecta a millones de personas.
Estas organizaciones criminales han encontrado el ecosistema perfecto. Primero, herramientas digitales nunca vistas para timar: inteligencia artificial para imitar la voz de tus seres queridos e información privada gratis que regalamos en nuestras redes sociales. El atractivo y turbio mundo de apuestas, criptomonedas e inversiones en línea, es un caldo de cultivo ideal. Además, cruelmente, también se han aprovechado de la epidemia de soledad y creado un oscuro mosaico de estafas románticas.
Las cifras son abrumadoras, generando pérdidas por más de un trillón en fraudes digitales solo en 2023 (un 1% del PBI global), y, de todas maneras, la realidad es peor aún, pues muchos robos no son reportados por vergüenza o pudor. Lejos estamos de los días donde la estafa digital más sofisticada involucraba el email de un supuesto príncipe nigeriano que necesitaba ayuda para mover sus millones, pues hoy los cibercriminales se apoyan en psicología, ingeniería social, estadística y tecnología para captar a sus víctimas.
Mantenernos vigilantes y escépticos sigue siendo la mejor manera de protegernos. Como advertían nuestros abuelos, si algo es demasiado bueno para ser verdad, probablemente lo sea.
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