Presidente Pedro Castillo. (Foto: El Comercio)
Presidente Pedro Castillo. (Foto: El Comercio)

Vivimos tiempos de alta . Es difícil confiar y construir. ¿Quién es culpable? ¿El silencioso y mediocre ? ¿ y su manifiesto marxista-leninista? ¿Los que gritaron fraude y golpe? ¿Comunistas? ¿DBA? ¿Caviares? ¿Dignos? Quizás antes de señalar al culpable, deberíamos reflexionar sobre por qué hemos llegamos hasta acá ¿Cuáles son las razones estructurales como nación de haber tenido que elegir entre los peores extremos: la peor propuesta de derecha -autoritaria y populista- y la peor propuesta de izquierda -radical e improvisada? Y ¿por qué seguimos arrinconados en esta pelea entre extremos que no representa la mayoría del sentir ciudadano?

El último lustro al país lo contagió un póquer de virus: i) Corrupción en Lava Jato y Cuellos Blancos, ii) Improvisación en “Niño costero”, iii) Revanchismo en vacancias, caídas y cierres y iv) Desesperanza por COVID-19. Virus que enlutan y envilecen nuestra alma. Virus que evidenciaron todas nuestras falencias. Y aunque se han hecho esfuerzos para lograr una sociedad más justa, libre y próspera, claramente no han tenido la convicción suficiente para transformar planes en hábitos ciudadanos e institucionales. ¿Por qué? Nuestro apego a celebrar o criticar caudillos y nuestra egocéntrica indiferencia a asumir nuestro rol ciudadano.

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No solo fallan nuestros líderes. También nosotros. En esencia, porque las sociedades desarrolladas no se sostienen en ciudadanos conformistas. Y nosotros nos conformamos. Quizás la moda de elegir un caudillo y su capacidad de armar un gabinete para que ellos hicieran el trabajo; con asegurar que se protegiera el modelo económico pero menospreciando el modelo institucional y social. Nos conformamos, en el mejor de los casos, con comprometernos por episodios temporales. Asumimos nuestro rol de emprendedores y consumidores, pero abandonamos por décadas el de ciudadanos.

Criticamos desde fuera con vehemencia, pero fuimos indiferentes a entrar y criticar desde adentro. Nunca es tarde para actuar. Será un trabajo cuesta arriba. El foco no es buscar culpables. Es asumir con humildad nuestra apatía individual y transformarla en acción colectiva. Salgamos de la cotidiana pelea de extremos. Decidamos construir los medios para vivir en la sociedad que soñamos.

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