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[OPINIÓN] Álvaro Henzler: “La obsesión caudillista”

“El paradigma del caudillo en la política en el Perú es central para entender todos nuestros dramas. Ya se escuchan, una vez más, algunos nombres ‘presidenciables’: Añaños, Arce, Chiabra, De Soto, López Chau, por citar solo algunos”.

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Nuestro país enfrenta una de sus crisis más complejas de las últimas décadas. Contamos con una cuasidemocracia frágil, una economía estancada e informal, una política de espaldas a lo público, tomada por mafias e ilegales, y un alma nacional en duelo, enemistada y desesperanzada.
Y experimentamos una paradoja. Aunque contamos con talento, planes, diversidad, riqueza espiritual, recursos económicos para salir de la crisis y lograr una sociedad más justa, libre y próspera, claramente no hemos tenido la convicción suficiente para transformar idearios e intentos en mentalidades y hábitos ciudadanos e institucionales. ¿Por qué? ¿Qué nos impide lograr victorias consistentes en estos frentes? ¿Cuáles podrían ser las causas estructurales en nuestra alma nacional que sabotean nuestro deseo de desarrollo? Comparto una hipótesis de respuesta: nuestro apego a celebrar modas dirigidas por caudillos y nuestra indiferencia a construir colectivos institucionales. A nuestra historia le sobran caudillos, pero cuánta falta le han hecho verdaderos movimientos que formen equipos con plataformas políticas consolidadas capaces de gobernar nuestro complejo país.
El paradigma del caudillo en la política en el Perú es central para entender todos nuestros dramas. Ya se escuchan, una vez más, algunos nombres “presidenciables”: Añaños, Arce, Chiabra, De Soto, López Chau, por citar solo algunos. Paradójico que ninguno tenga o milite en un partido inscrito. Toledo, García, Humala y PPK construyeron sus candidaturas usando una estructura partidaria alrededor de su figura individual. Tres de los cuatro, usaron sus iniciales como símbolo: “T”, “O” y “PPK”. Ninguna tiene hoy presencia en el Congreso. Si para organizar una pollada, distribuir gaseosas o desarrollar un programa educativo se requiere de un equipo, estrategia y estructura mínimas, ¿en qué momento caímos en la ilusión ególatra de que una persona, por más admirable o exitosa que sea, puede llamar algunos conocidos, usar una inscripción partidaria y tentar la presidencia? Ojalá esos valiosos nombres que aparecen desde la izquierda, centro y derecha, aspiren primero a ser constructores y presidentes de un partido antes de convertirse en caudillos: excelentes candidatos pero gobernadores mediocres.
Hoy no necesitamos de buenos candidatos. Requerimos de movimientos que trasciendan individualidades y construyan iniciativas, plataformas y partidos libres de caudillos e intereses particulares, unidos por una visión compartida que sostenga su acción colectiva en el tiempo con convicción.
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