Hay dos tipos de inundación que las afectan: aquellas que provienen de las acumulaciones mayores de precipitación en poco tiempo, lo que se conoce como inundación súbita, señala el columnista.  (FOTOS: TANIA BAUTISTA)
Hay dos tipos de inundación que las afectan: aquellas que provienen de las acumulaciones mayores de precipitación en poco tiempo, lo que se conoce como inundación súbita, señala el columnista. (FOTOS: TANIA BAUTISTA)

Una de las mayores vulnerabilidades que exhibe nuestro país ante la presencia de El Niño Costero en términos de infraestructura la establecen las ciudades del norte. No hay nada más urgente —y así lo determinan los propósitos de la reconstrucción con cambios— que defender a nuestras mayores ciudades de los mismos estragos que cada evento fuerte de El Niño Costero les ha producido.

Hay dos tipos de inundación que las afectan: aquellas que provienen de las acumulaciones mayores de precipitación en poco tiempo, lo que se conoce como inundación súbita y aquellas otras que provienen de los desbordes de los ríos o quebradas.

Para el caso de la ciudad de Tumbes, los riesgos son por inundación súbita o por desborde del río Tumbes. En este caso ya se están ejecutando obras para proteger los cauces tanto del río Tumbes como de las principales quebradas que lo alimentan para evitar desbordes.

Para el caso de Piura la tarea es mayúscula, pues se necesita reencauzar el río Piura hacia el Pacífico y a la vez proponer un complejo y costoso sistema de bombeo de aguas en zonas inundables y llevarlas al río.

En el caso de Chiclayo el riesgo es básicamente de inundación por lluvia.

Para Trujillo, el dolor de cabeza es controlar la quebrada de San Ildefonso. La misma que se desbordó en forma de huaico siete veces durante El Niño Costero de 2017.

Conversando con la Ingeniera Susana Tantaleán, que representa al Consejo Departamental de La Libertad del Colegio de Ingenieros del Perú, me permitió conocer en detalle la compleja tarea que se ha iniciado para suprimir de una vez por todas los flujos de la quebrada San Ildefonso; separando los sólidos del agua de los huaicos mediante un novedoso —en el Perú— sistema de múltiples diques permeables. Son un total de 35 que tienen la tarea de contener gradualmente la bajada de los huaicos dejando pasar el agua a través de ellos y su pétrea estructura, reteniendo gradualmente los sólidos; para de allí conducir por un túnel revestido de concreto armado, de algo menos de 2 kilómetros, el agua residual y conducirla al cauce de la quebrada San Carlos desde donde un canal a tajo abierto llevaría las aguas al río Moche cuyo cauce en la parte baja es también materia de un trabajo de reforzamiento y enrocado a lo largo de 17 kilómetros.

Defender Trujillo, la tercera mayor ciudad del Perú, no es solo un problema de ingeniería. También es político y social. Para que el sistema hidráulico planteado funcione a plenitud, los alcaldes y la población tienen que trasladar los botaderos de basura que actualmente tienen en el curso de las avenidas de las quebradas. No es poca cosa.