Algunos militares se unieron al presidente encargado de Venezuela, Juan Guaidó, en un fallido levantamiento el 30 de abril para tratar de destituir a Maduro de su cargo. (Foto: EFE)
Algunos militares se unieron al presidente encargado de Venezuela, Juan Guaidó, en un fallido levantamiento el 30 de abril para tratar de destituir a Maduro de su cargo. (Foto: EFE)

Como se sabe, una mesa de negociación entre fuerzas enfrentadas se instala con la voluntad de llegar a un acuerdo cuando las partes en cuestión dejan las frases altisonantes, las amenazas mutuas y empiezan a guardar silencio. Cuando comprenden que de continuar con las estrategias duras de la victoria o nada, el transcurrir del tiempo empantana la salida que los bandos en cuestión habían previsto. O que los costos en diferentes campos eran mayores a los previstos.

La actual situación, a veces simbólica y cerrada, comprende principalmente a la negociación entre los mandos institucionales de las FF.AA. venezolanas y los jefes incondicionales a Maduro. Al parecer, vienen decidiendo sobre la salida de este, el veto a Guaidó (ahora quiere negociar en Oslo) y la convocatoria de nuevas elecciones, con la presencia de veedores internacionales. Sin lugar a dudas, esto viene siendo monitoreado por los intereses geopolíticos de EE.UU. (Grupo de Lima suspende reunión en Guatemala) y por las garantías exigidas por las inversiones de empresas chinas y rusas. Los cubanos observan.

Superado lo anterior, aunque dependiendo del acuerdo tomado, las FF.AA. asumirían el rol de apoyar un gobierno de transición con personalidades independientes, y así recobrar su prestigio, manoseado y maltratado por la extrema polarización política, afirmando su rol de defensa de la Patria de Bolívar y recobrando el unánime reconocimiento de la población.

En paralelo, el gobierno de transición sentaría las bases de un plan de reconstrucción de la economía del país, exigiendo el fin del bloqueo de los EE.UU., recobrando sus activos económicos secuestrados. La participación de la ONU sería clave ante el desprestigio de la OEA. ¿Será posible?

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